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Voto de TOM REGAN:
8
8,0
1.891
Drama
Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
119/16(12/04/22) Poderoso drama antibélico que he visto con motivo del 90 aniversario (19/01/1932) de su estreno, dirigido paradójicamente por un especialista en la comedia sutil como el berlinés Ernst Lubitsch y su famoso ‘Toque’. El guión de Samson Raphaelson (“El bazar de las sorpresas”) y Ernest Vajda (“El teniente seductor”) se basa en la obra de 1930 “L'homme que j'ai tué” de Maurice Rostand y su adaptación al inglés de 1931, “The Man I Killed”, de Reginald Berkeley (“Cabalgada”). Film con mucho coraje en lo referente a su pacifista mensaje en un periodo de entreguerras, donde la dirección (aunque era una producción estadounidense y filmada en USA) es obra de un germano (los perdedores de la Gran Guerra), y donde incluso hay un alegato premonitorio sobre una guerra por venir. Una estremecedora obra desesperanzadora con la Condición Humana, contra su tribalismo xenófobo, contra el sin sentido de pelear vecinos contra vecinos (por motivos que ni ellos mismos saben, solo por mor de ser peones de unos jugadores de ajedrez que nunca se exponen), contra los patriotismos belicosos (capaces de mandar a morir a nuestros hijos de modo alegre), contra las religiones que amparan estos conflictos en pos de la comunión con el estado, contra el papanatismo de los pueblos que con sus cotilleos se vuelven endogámicos y tóxicos, un incisivo alegato en favor de la redención por los sentimientos de culpa, del arrepentimiento, de las ansias de perdón, de la esperanza en que haya gente que vea la inutilidad de las Guerras, un canto al amor en todas sus variantes. Todo ello desarrollado con sutilidad, con fuerza visual, con gran manejo del sonido (excelente como el padre del soldado fallecido observa la calle triste y oímos de fondo una marcha militar y sabemos lo que piensa), con algunas excepcionales interpretaciones, y con un final conmovedor, y ello por supuesto, sin caer en lo sensiblero.
En el prólogo, estamos en la conmemoración en París del primer aniversario del Armisticio de la Gran Guerra, redoble de campanas, salvas de cañonazos, desfiles militares (imágenes de archivo), estos pasan junto a un hospital miliar donde pone ‘Silencio’ y ante el ruido callejero los enfermos gritan desorientados. Pasamos a la culminación en la catedral con una ceremonia con el templo plagado de militares luciendo la pompa de sus condecoraciones, Lubitsch se fija en la paradoja de que un lugar de Paz como este sea desbordado por gente armada, esto realzado por un mordaz travelling donde vemos los sables de los soldados rozando el suelo del pasillo en una disposición sinérgica mientras el sermón habla de Paz, mientras se habla de mirar al mañana vemos a un oficial pensando claramente en lo vivido, ‘olvidemos el ayer’ y vemos las medallas de batalla, ‘Paz en la Tierra’ y vemos las pistolas, vemos se ponen de rodillas y lo hacen con sus botas militares con espuelas, oímos cañonazos contra un resplandeciente crucifijo.
Tras ello estos oficiales se levantan y marchan dejando vacía la Iglesia, entonces vemos un hermoso zoom en pic ado desde un ángulo alto acercándose a un banco y atisbamos unas manos sobresaliendo unidas, allí hay un hombre de rodillas, Paul, su rostro está sudoroso, mira el confesionario del que sale el párroco. Paul confiesa al cura que mató a un hombre, que no sabe porque lo hizo (mensaje sobre el sin sentido de las guerras), le comenta que él era un violinista francés que está obsesionado que "Quería traer la música a este mundo, pero traje el asesinato". Pasamos a través de sus ojos al flash-back de los hechos, donde los suyos se funden con los de su víctima alemana, estamos en una trinchera y el moribundo alemán pide con gestos le acerque un libro con la portada de Beethoven, lo abre y allí hay una carta y el francés ayuda al germano a firmarla y justo antes de poner la r final de Walter fallece. Paul lee es una epístola a su novia comentándole el despropósito de la Guerra. Pasamos al presente y Paul comenta al sacerdote que sabe alemán pues lo aprendió en la escuela, y que los alemanes aprenden francés y luego los mandan matarse unos a otros. Pronuncia la dirección del teutón y se derrumba, el párroco lo levanta y le dice que lo absuelve, que no hizo nada malo, que era su deber (la comunión entre estado-patria e Iglesia), Paul le espeta ‘que si su deber era matar?’, el cura impactado le absuelve incluso (según él) de la blasfemia. Paul le espeta que "Fueron 9 millones, qué más dará, en la siguiente serán 90". Paul observa un cuadro de la Piedad e Jesús con María sosteniendo el cuerpo bajado de la Cruz de Jesús, el clérigo le dice que ella perdonó a los que mataron su hijo, entonces Paul hace la analogía y dice que Walter tendría una madre, y como sabe la dirección irá a visitarla para pedirle de rodillas el perdón. 12 minutos de una brillantez epicúrea en su ardor emocional.
Luego desembocamos en este pueblo alemán, cargado de animosidad contra los franceses. Aquí las emociones se desbordan. Asistimos al cementerio donde está enterrado Walter, conocemos a la cariñosa familia de este, a la ternura que se profesan, a la devoción que sienten por el hijo muerto. Y aquí irrumpe Paul intentando buscar el perdón, y en un giro muy habilidoso de guión Paul se torna a los ojos de los padres y prometida en una migo parisino de Walter, ello por seguramente, por ver la felicidad en los ojos de todos ellos al recordarles a su retoño. Esto vira hacia un incipiente y sereno romance platónico (en principio) entre Paul y Elsa, con paseos por la villa, donde los ojos inquisitoriales de los lugareños se les clavan como agujas. El odio al francés se hace patente, y todo esto culminando en la escena cumbre del film, la que da sentido a toda la obra. Cuando el Dr. Holderlin llega a la cafetería a tomar unas cervezas con ‘sus amigos’ y se encuentra con que le hacen el vacío por tener relación cordial con un francés... (sigo en spoiler)
En el prólogo, estamos en la conmemoración en París del primer aniversario del Armisticio de la Gran Guerra, redoble de campanas, salvas de cañonazos, desfiles militares (imágenes de archivo), estos pasan junto a un hospital miliar donde pone ‘Silencio’ y ante el ruido callejero los enfermos gritan desorientados. Pasamos a la culminación en la catedral con una ceremonia con el templo plagado de militares luciendo la pompa de sus condecoraciones, Lubitsch se fija en la paradoja de que un lugar de Paz como este sea desbordado por gente armada, esto realzado por un mordaz travelling donde vemos los sables de los soldados rozando el suelo del pasillo en una disposición sinérgica mientras el sermón habla de Paz, mientras se habla de mirar al mañana vemos a un oficial pensando claramente en lo vivido, ‘olvidemos el ayer’ y vemos las medallas de batalla, ‘Paz en la Tierra’ y vemos las pistolas, vemos se ponen de rodillas y lo hacen con sus botas militares con espuelas, oímos cañonazos contra un resplandeciente crucifijo.
Tras ello estos oficiales se levantan y marchan dejando vacía la Iglesia, entonces vemos un hermoso zoom en pic ado desde un ángulo alto acercándose a un banco y atisbamos unas manos sobresaliendo unidas, allí hay un hombre de rodillas, Paul, su rostro está sudoroso, mira el confesionario del que sale el párroco. Paul confiesa al cura que mató a un hombre, que no sabe porque lo hizo (mensaje sobre el sin sentido de las guerras), le comenta que él era un violinista francés que está obsesionado que "Quería traer la música a este mundo, pero traje el asesinato". Pasamos a través de sus ojos al flash-back de los hechos, donde los suyos se funden con los de su víctima alemana, estamos en una trinchera y el moribundo alemán pide con gestos le acerque un libro con la portada de Beethoven, lo abre y allí hay una carta y el francés ayuda al germano a firmarla y justo antes de poner la r final de Walter fallece. Paul lee es una epístola a su novia comentándole el despropósito de la Guerra. Pasamos al presente y Paul comenta al sacerdote que sabe alemán pues lo aprendió en la escuela, y que los alemanes aprenden francés y luego los mandan matarse unos a otros. Pronuncia la dirección del teutón y se derrumba, el párroco lo levanta y le dice que lo absuelve, que no hizo nada malo, que era su deber (la comunión entre estado-patria e Iglesia), Paul le espeta ‘que si su deber era matar?’, el cura impactado le absuelve incluso (según él) de la blasfemia. Paul le espeta que "Fueron 9 millones, qué más dará, en la siguiente serán 90". Paul observa un cuadro de la Piedad e Jesús con María sosteniendo el cuerpo bajado de la Cruz de Jesús, el clérigo le dice que ella perdonó a los que mataron su hijo, entonces Paul hace la analogía y dice que Walter tendría una madre, y como sabe la dirección irá a visitarla para pedirle de rodillas el perdón. 12 minutos de una brillantez epicúrea en su ardor emocional.
Luego desembocamos en este pueblo alemán, cargado de animosidad contra los franceses. Aquí las emociones se desbordan. Asistimos al cementerio donde está enterrado Walter, conocemos a la cariñosa familia de este, a la ternura que se profesan, a la devoción que sienten por el hijo muerto. Y aquí irrumpe Paul intentando buscar el perdón, y en un giro muy habilidoso de guión Paul se torna a los ojos de los padres y prometida en una migo parisino de Walter, ello por seguramente, por ver la felicidad en los ojos de todos ellos al recordarles a su retoño. Esto vira hacia un incipiente y sereno romance platónico (en principio) entre Paul y Elsa, con paseos por la villa, donde los ojos inquisitoriales de los lugareños se les clavan como agujas. El odio al francés se hace patente, y todo esto culminando en la escena cumbre del film, la que da sentido a toda la obra. Cuando el Dr. Holderlin llega a la cafetería a tomar unas cervezas con ‘sus amigos’ y se encuentra con que le hacen el vacío por tener relación cordial con un francés... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
...Y el Dr. explota en un discurso que debería ser de obligada lectura en colegios, de una intensidad dramática que se te hinca en el corazón, alude a como los padres despedían felices y alborozados a sus hijos cuando iban a la guerra... a ser matados, achacándoles que son culpables de sus muertes por el odio de los mayores, jóvenes asesinados. "Mientras nosotros brindábamos por la muerte de los hijos de alguien con cerveza ellos lo hacían con vino por la muerte de los nuestros" (Dr. Holderlin). De una pasión y crudeza, trémulo discurso.
Lubitsch demuestra manejo dramático excelso, demuestra su experiencia en el cine mudo para provocar sensaciones con el poder de las imágenes, (aparte del mencionado inicio) como la visita del Dr. a la habitación vacía de su hijo, sentado en una silla junto a la cama (con el sonido de fondo de un reloj de péndulo, cual golpes del paso lapidario del tiempo), mira el reloj no está en hora y lo corrige, acaricia el violín, los sentimientos dolientes son asfixiantes; el modo en primer plano del director de filmar las manos temblorosas de la madre llevando flores a la tumba de su hijo; o el tramo final, donde todo se dice con la unión entre imagen y melodía musical, lenguaje universal.
Apreciables toques suaves de humor que jalonan la cinta, como la visita de este fatuo Schultz que va a pedir salir con Elsa al Dr. (hay que entender esa relación un tanto extraña de que la prometida del hijo, sin haberse casado con ella, se ha convertido en la hija), y pone como premisa que se llama Walter como el fallecido; esa charla de la madre en el cementerio sobre los gustos culinarios de su hijo con la tarta de canela con una amiga; esa chismosa que sale a la ventana a espiar a la pareja y que para estar cómoda se pone un cojín; o ese tendero que juega con el precio de un vestido (le cuenta un secreto a Elsa: ‘Es francés!’) de su escaparate en función de lo que detecta en la potencial compradora Elsa.
Lionel Barrymore como el Dr. Holderlin es un coloso transmitiendo emociones ya desde esa presentación frente a un niño y su padre, una actuación mesurada, con una expresividad corporal (ese modo de entregar el violín de su hijo a Paul) y de mirada provenientes del cine silente, pero sin estridencias histriónicas, y además sabiendo ser la voz moral de la cintra con su desbordante alegato contra las guerras en la cafetería, espléndido este Titán de la interpretación; Lástima que no se pueda decir lo mismo del protagonista Phillips Holmes, tan bello como sobreactuado, llega a parecer un demente n su pose de ido a punto de explotar constantemente, excesivamente melodramático; Tampoco Nancy Carroll como la eterna prometida de Walter puede superar el pasado de vueltas; Louise Carter como la madre de Walter da una sentida encarnación, cargada de amor, brillante en su escena en el cementerio (plagado de tumbas de muertos en la guerra), así como en la mirada de calor humano hacia Paul cuando este habla de Walter.
En la puesta en escena destaca la gran labor de cinematografía en glorioso b/n de Victor Milner (“El desfile del amor” o “Cleopatra”), con una cámara con gran sentido dramático, como en la mencionada escena del inicio, con picados, travellings, zooms, detallismo, gran labor para ayudar al gran relato. Rodándose íntegramente en los Paramount Studios en Hollywood.
Spoiler:
Estremecedor rush final, con alguna reminiscencia a “Cyrano de Bergerac”, y con esa hermosa conclusión donde Paul sabe que debe sacrificar su conciencia por hacer felices a esos padres. Reflejado esto cuando el Dr. Holderlin le ofrece el violín de Walter a Paul, lo coge y toca mientras Elsa lo acompaña al piano, ello ante la entusiasta mirada de los padres abrazados en el sofá disfrutando del momento mágico; Final neurálgico.
Notable melodrama con gran sentido de reflexión moral, con el lastre de la actuación del protagonista. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2022/04/remordimiento.html
Lubitsch demuestra manejo dramático excelso, demuestra su experiencia en el cine mudo para provocar sensaciones con el poder de las imágenes, (aparte del mencionado inicio) como la visita del Dr. a la habitación vacía de su hijo, sentado en una silla junto a la cama (con el sonido de fondo de un reloj de péndulo, cual golpes del paso lapidario del tiempo), mira el reloj no está en hora y lo corrige, acaricia el violín, los sentimientos dolientes son asfixiantes; el modo en primer plano del director de filmar las manos temblorosas de la madre llevando flores a la tumba de su hijo; o el tramo final, donde todo se dice con la unión entre imagen y melodía musical, lenguaje universal.
Apreciables toques suaves de humor que jalonan la cinta, como la visita de este fatuo Schultz que va a pedir salir con Elsa al Dr. (hay que entender esa relación un tanto extraña de que la prometida del hijo, sin haberse casado con ella, se ha convertido en la hija), y pone como premisa que se llama Walter como el fallecido; esa charla de la madre en el cementerio sobre los gustos culinarios de su hijo con la tarta de canela con una amiga; esa chismosa que sale a la ventana a espiar a la pareja y que para estar cómoda se pone un cojín; o ese tendero que juega con el precio de un vestido (le cuenta un secreto a Elsa: ‘Es francés!’) de su escaparate en función de lo que detecta en la potencial compradora Elsa.
Lionel Barrymore como el Dr. Holderlin es un coloso transmitiendo emociones ya desde esa presentación frente a un niño y su padre, una actuación mesurada, con una expresividad corporal (ese modo de entregar el violín de su hijo a Paul) y de mirada provenientes del cine silente, pero sin estridencias histriónicas, y además sabiendo ser la voz moral de la cintra con su desbordante alegato contra las guerras en la cafetería, espléndido este Titán de la interpretación; Lástima que no se pueda decir lo mismo del protagonista Phillips Holmes, tan bello como sobreactuado, llega a parecer un demente n su pose de ido a punto de explotar constantemente, excesivamente melodramático; Tampoco Nancy Carroll como la eterna prometida de Walter puede superar el pasado de vueltas; Louise Carter como la madre de Walter da una sentida encarnación, cargada de amor, brillante en su escena en el cementerio (plagado de tumbas de muertos en la guerra), así como en la mirada de calor humano hacia Paul cuando este habla de Walter.
En la puesta en escena destaca la gran labor de cinematografía en glorioso b/n de Victor Milner (“El desfile del amor” o “Cleopatra”), con una cámara con gran sentido dramático, como en la mencionada escena del inicio, con picados, travellings, zooms, detallismo, gran labor para ayudar al gran relato. Rodándose íntegramente en los Paramount Studios en Hollywood.
Spoiler:
Estremecedor rush final, con alguna reminiscencia a “Cyrano de Bergerac”, y con esa hermosa conclusión donde Paul sabe que debe sacrificar su conciencia por hacer felices a esos padres. Reflejado esto cuando el Dr. Holderlin le ofrece el violín de Walter a Paul, lo coge y toca mientras Elsa lo acompaña al piano, ello ante la entusiasta mirada de los padres abrazados en el sofá disfrutando del momento mágico; Final neurálgico.
Notable melodrama con gran sentido de reflexión moral, con el lastre de la actuación del protagonista. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2022/04/remordimiento.html