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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
8
Comedia. Drama América, años 30. Emmet Ray es un genio del jazz, un guitarrista magistral que vive obsesionado por el legendario Django Reinhardt. Sin embargo, en cuanto baja del escenario, se convierte en un tipo arrogante, zafio, mujeriego y bebedor. En definitiva, aunque sabe que es un músico con talento, también sabe que su licenciosa vida, su tendencia a meterse en problemas y su incapacidad para comprometerse le impiden alcanzar la cima ... [+]
1 de enero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
296/16(22/12/17) Notable dramedia de Woody Allen, una divertida y entretenidísima cinta que en un formato que al neoyorkino gusta mucho como el falso documental con voz en off enmarcándolo en los años 20 y 30 (ejemplos son “Zelig”, “La Rosa Purpura del Cairo”, “Días de radio” o “Balas sobre Broadway”), y ello en lo que es un estupendo homenaje al mundo bohemio del jazz, narrando por boca de terceros (melómanos) las vidas y los amores de Emmet Ray (proxeneta, alcohólico, acomplejado, cleptómano, músico, aficionado a matar ratas en los vertederos y a mirar pasar trenes de mercancías), la película se interrumpe ocasionalmente por entrevistas con críticos y biógrafos como Allen, Nat Hentoffy Douglas McGrath) desglosando la vida y obra del imaginario guitarrista de jazz de los años 30, Emmet Ray, que vive por y para su instrumento y del que se considera el mejor especialista del mundo, “solo por detrás de un gitano que hay por Europa, Django Reinhardt”. Este relato le sirve a Allen para hacer una amarga reflexión sobre como el hecho de que uno sea un gran artista no tiene por qué estar acompañado de una cabeza asentada, ello alternando con equilibrio los momentos de humor y los de drama, lo trivial con lo crucial, lo patético con lo profundo, entre lo vulgar y lo emocional. El título original, “Sweet and Lowdown” es un juego de palabras usado en el jazz, que habla del contraste entre dulzura y rudeza a la hora de tocar un instrumento musical. Un guión rebosante de ingenio y jocosidad, trasladándonos a esta época en una ambientación sugestiva, donde uno de los rasgos potentes de Woody como es la dirección de actores, brillando con luz propia estos, especialmente Sean Penn (nominado al Oscar al mejor actor protagonista, perdiendo ante el Kevin Spacey de “American Beauty”) sublime en su encarnación del patetismo entrelazado al genio musical y la inglesa SamanthaMorton (nominada al Oscar a mejor actriz de reparto, perdiendo ante la Angelina Jolie de “Inocencia interrumpida”), dando vida a una entrañable muda, asimismo se hace un hueco Uma Thurman con su femme fatale escritora. En su debe que la estructura narrativa en elipsis se resiente de falta de cohesión, sintiéndose conjunto de viñetas aleatorias a las que le falta solidez orgánica (ello en mi afán de crítico pejigueras), en la que se nos escamotea el pasado de Emmet, nada sabremos de él antes de aparecer en escena, con lo que su personalidad bizarra queda sesgada.

Allen construye su relato de modo afilado, con mordacidad, sabiendo jugar con los sentimientos escondidos, los que se guardan tras un parapeto de hipócrita asentimentalidad, con un protagonista velando sus temores, sus anhelos, es por esto que su relación con la muda Hattie es de gran brillantez, pues al no haber nadie al otro lado que le interrumpa o contradiga él se siente radiografiado en su alma, como si hablara en realidad consigo mismo, y de este modo él mismo se pone contra el paredón de sus comportamientos arbitrarios. También llama la atención la forma en que Allen engarza ingeniosamente el realismo mágico fundido con la tragedia (como el tramo de la Luna, portada de la película; como escapando del miedo escénico a tocar frente a Django acaba con un botín; o sobre todo en el modo en que vemos tres versiones distintas de una historia), evocando aquello de que es una historia contada por terceros y por tanto puede (y seguro) esta distorsionada.

La cinta se convierte en un estudio de personalidad poliédrica, la del protagonista Emmet Ray, una bipolaridad reside en él contrapuestas, por un lado está su vertiente artística, un genio en los suyo de tocar jazz con la guitarra (el segundo mejor del mundo), sumiéndose en éxtasis con las musas cuando interpreta, pero cuando la música está ausente es el más patético de los seres, un machista, proxeneta, jugador de billar, charlatán endogámico (tarda en darse cuenta que es muda Hattie), cleptómano, misógino, egocéntrico, borrachín, arrogante, incapaz de mantener una relación, ejemplo lo que Blanche (Uma Thurman) le dice "Tus sentimientos están encerrados tan profundamente que ni siquiera sabes dónde encontrarlos", y él le responde lacónicamente "Dices eso como algo malo". Un perdedor que no llega saber que ha ganado (al encontrar a la dulce Hattie), hasta que la ha perdido, con ella mantiene una relación construida de modo memorable en base a miradas de ella y como estas reflejan los complejos de Emmet, y se siente desarmado. Tras su coraza de dureza y ataraxia se esconde un hombre con miedos, complejos, inseguridades. Y todo esto lo encarna de modo magnífico Sean Penn, en una actuación arrolladora en su patetismo dual, genio y ruin a la vez, con ese bigotito, esos trajes, un canalla con aparente despreocupación, que deja entrever sus grietas con sutilidad, con un lenguaje gestual y de ojos incisivo, ello en un crescendo latente de sentimientos amontonados que sabe explotar en su última secuencia (spoiler), fenomenal.

Samantha Morton como Hattie, chica muda que mantiene relación duradera con Emmet, un encanto, rebosa delicadeza, fragilidad, amor, cariño, sabiendo entender la bipolaridad de Emmet, y aceptándola, enamorada tanto de la persona como de su música (expresado en hermosas miradas cuando toca), la actriz arrolla con su tierna expresividad, inspirada al parecer por indicación de Allen entre un cruce entre la Giulietta Massina de “La Strada” (1954) y un trasunto femenino de Harpo Marx.; Uma Thurman es el otro personaje que tiene importancia en la historia, encarnando a la escritora sofisticada y elegante que termina casándose con Emmet, ello casi con fines de estudio antropológico, de fuerte personalidad, choca con el particular modo de ser de su esposo, es el personaje que da nombre al film cuando escribe un libro sobre su relación con el guitarrista bajo el título “Sweet and lowdown”), cumple, pero opacada por Penn y Morton.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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