Haz click aquí para copiar la URL
España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama. Romance Norte de Francia 1920. Casi dos años después de acabar la Primera Guerra Mundial, una bella y elegante mujer sigue intentando tener noticias de su marido, un militar desaparecido en el frente. Desplazada al aún desolado lugar de los sangrientos combates, conoce al comandante Dellaplane, responsable de una sección del ejército francés encomendada a la búsqueda e identificación de las víctimas de la guerra, pues miles de soldados ... [+]
6 de abril de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
103/38(30/04/21) Atractiva película francesa escrita (junto a Jean Cosmos) y dirigida por Bertrand Tavernier, con gran sentido de profundidad indaga en las heridas infinitas que dejan las post-guerras, lejos de triunfalismos y heroísmos, aquí se entra en las secuelas de las contiendas bélicas, en este caso en las de la Gran Guerra Mundial (solo se llamó ‘Primera’ tras la llegada de la secuela), se entra en la trastienda de tras el fin del armisticio, centrándose en la búsqueda de desaparecidos afrontada por el ejército y los familiares, un crudo drama que explora la hipocresía, las segundas oportunidades, el cómo el ciclo de la vida debe continuar tras la tragedia. Ello con un inteligente guión, plagado de situaciones cortas que describen situaciones (el agricultor que encuentra una bomba, arando, el supuesto detective de desaparecidos, los vietnamitas que no tocan un ataúd, el lisiado de guerra que vuelve a su puesto profesor de pueblo,...). Todo esto enmarcado en un escenario cuasi-apocalíptico (rodándose en Verdún y alrededores), con epicentro en un túnel bombardeado por los alemanes cuando pasaba un tren de la cruz roja con heridos y material de guerra, con edificios derruidos por todos lados, un panorama con soldados de diferentes etnias por todos lados (vietnamitas, árabes, subsaharianos, hasta europeos), Iglesias utilizadas de bares, fábricas como hotel, teatro es una oficina, bombas enterradas que producen el horror años después del fin de la guerra, viudas desconsoladas, muertos que emergen de las entrañas de la tierra, amores frustrados, escultores que ven en los tributos de piedra el filón, carroñeros que intentan aprovecharse de la desgracia ajena, y esto paradójicamente en el lado de los vencedores, componiendo un mosaico desesperanzador y triste, coronado con un final a la medida del nihilismo del film.

Teniendo como gran protagonista a un majestuoso Philippe Noiret como el desencantado oficial Mayor Dellaplane al cargo de la búsqueda burocrática de los miles de desaparecidos, al que además se le ha encomendado la misión de encontrar al ‘soldado desconocido francés (pero como se sabe que alguien es francés y no de otra nacionalidad si es anónimo?)’ para enterrar bajo el Arco del Triunfo como símbolo de todos los caídos y con eso ya el resto no importen (eso piensa y acertadamente el protagonista). El rostro de Noiret es el espejo de un alma decaída por los horrores de la Guerra, un militar contestario contra la demagogia imperante, muy bueno (da igual cuando leas esto del actor). También tienen su importancia dos mujeres que representan a las muchas que buscaron a sus seres queridos, por un lado la viuda Irène que encarna Sabine Azéma que busca con su coche de lujo y chófer a su marido, aportando elegancia y clase, así como una buena química con Noiret en su romance cuasi-platónico y dulce (papel destinado a Fanny Ardant, pero que quedarse embarazada le impidió hacerlo); Pascale Vignal que da vida a Alice, joven profesora (despedida tras la vuelta del maestro al que sustituyó al enrolarse este en la guerra) que busca a su amante, la actriz infunde juventud y vigor a su rol.

Es un collage incisivo sobre la dura post-guerra, la cara amarga de los desfiles de la victoria, eso de lo que a los gobiernos triunfadores no les gusta comentar e intentan esconder bajo la alfombra lo antes posible. Aquí se erige en la figura de la brújula moral el Mayor Dellaplane, tipo ajado que intenta dar sentido a las miles de víctimas anónimas ("Un desaparecido puede estar muerto, vivo, loco o desertor", comenta Dellaplane), intenta dar rostro a través de fotografías, inventarios, incluso galería de objetos que pertenecen a soldados fallecidos. En este juego entra el gobierno galo (y por ende todos) queriendo zanjar por lo sano con las búsquedas haciendo de un supuesto soldado desconocido todos los desaparecidos, y a este juego debe entrar a la fuerza Dellaplane, que detesta estos tejemanejes patrioteros, que solo buscan dar épica a la cruda muerte, cuando él muestra una lista de 51.000 personas identificadas en los dos meses anteriores, y su superior pasa olímpicamente, el espectáculo por encima de lo real.

Hay una historia de amor muy tierna entre Irène y el Mayor Dellaplane, comienza con un cruce de miradas, con diferentes encuentros, donde él demuestra su fuerte carácter cuando espeta a la mujer sobre la búsqueda de su marido que le dedicará "trescientas cincuenta milésima parte de su flagrante incompetencia" en referencia a los miles de desaparecidos, y de cómo dedicará el mismo tiempo que a todos. Se puede ver como el encuentro entre dos clases sociales, por un lado el militar de vocación, sabedor de su deber y a la vez conocedor de las entrañas de las guerras, de cómo estas son sustentadas por ricos empresarios que cual buitres se aprovechan del Mal para hacerse más ricos (uno de los ejemplos que pone es la fábrica que no fue bombardeada en pleno campo de batalla), y a esta clase pertenece Irène, su suegro trató con los alemanes durante la contienda para hacer más plata con barcos, ella entiende a este soldado marchito, y sabe de las manipulaciones de los gerifaltes, como bien comenta sobre un canto enardecedor de soldados, “Una canción patriótica y se van a la guerra de nuevo. Es un club, el club de los vencedores. Los perdedores también tienen un club". Relación que va tejiéndose con gradualidad, teniendo el clímax en una vibrante chharla en un coche, de las que te deja inquieto.

En la puesta en escena destaca el dramático manejo de los decorados para transmitir caos (por el mencionado uso de lugares que son para una cosa y se usan para otra), así como los escenarios cuasi-apocalípticos, merced al buen trabajo de Guy-Claude François (“Molière” o “Capitán Conan”); esto enaltecido por la notable cinematografía de Bruno de Keyzer (“El quimérico inquilino” o “Un domingo en el campo”), en patinados grisáceos nublados, en contraste claro por el verde de los campos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow