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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama Noriko vive con su padre viudo y cuida de él, pero ya va siendo muy mayor para permanecer soltera. Su padre desearía casarla, aunque ello represente su definitiva soledad. Lo malo es que el candidato a matrimonio se casa con la mejor amiga de Noriko. Su tía Masa le presenta a un joven a su pesar. (FILMAFFINITY)
8 de noviembre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
304/14(10/09/20) Aclamado drama japonés, que a mí me ha sido contradictorio, pues ha habido fases en que me ha rozado el tedio, ello por el peculiar tempo narrativo del cineasta Yasujirō Ozu, y en otras me ha encantado. Guionizada por Ozu y Kogo Noda, basada en la novela corta Father and Daughter (Chichi to musume) del novelista y crítico del siglo XX Kazuo Hirotsu, escrita y filmada durante la ocupación de Japón por las potencias aliadas y sujeta a requisitos oficiales de censura de la ocupación. Está protagonizada por Chishū Ryū, que apareció en casi todas las películas del director, y Setsuko Hara, marcando su primera de seis apariciones en el trabajo de Ozu. Primera entrega de la llamada "trilogía Noriko" de Ozu —las otras son Early Summer (Bakushu, 1951) y Tokyo Story (Tokyo Monogatari, 1953) —en cada una de las cuales Hara interpreta a una joven llamada Noriko, aunque las tres norikos son personajes distintos y no relacionados, vinculados principalmente por su condición de mujeres solteras en el Japón de posguerra. Pertenece al tipo de película japonesa conocida como ‘shomingeki’, género que trata sobre la vida cotidiana de la clase trabajadora y la gente de clase media de los tiempos modernos, estas películas se caracterizan, entre otros rasgos, por un enfoque exclusivo en historias sobre familias durante la era inmediata de la posguerra de Japón, tendencia hacia tramas muy simples y el uso de una cámara generalmente estática.

Film que muestra el ‘ciclo de la vida’ donde los hijos deben dejar el ‘nido’ volar a hacer su propia vida, impregnada la cinta de los símbolos de la tradición japonesa: la ceremonia del té que abre la película, los templos de Kamakura, la actuación de Noh que presencian Noriko y Shukichi, y el paisaje y jardines zen de Kioto, también el costumbrismo de quitarse los zapatos en el pórtico de la entrada a las viviendas, la costumbre de tomar sake, o los saludos inclinando el cuerpo en señal de respeto.

En este caso muestra la grieta generacional donde las nuevas generaciones creen en su propia individualidad de tener sus propias ideas lejos de los tradicionalismos impuestos, donde la tradición marca que hay que casarse la joven protagonista lo rehúye pues dice que como está (conviviendo con su viudo padre) no puede ser más feliz (ante las presiones de su padre ella: «Me niego a creer que el matrimonio pueda hacerme más feliz de lo que soy», como le comenta la hija del profesor Onodera sobre el matrimonio es "el cementerio de la vida", palabras que parece asumir Noriko), quizás como reflejo de los nuevos vientos impuestos desde el occidentalismo de las potencias ocupantes (las menciones a WWII son mínimas: un sutil anuncio de Coca-Cola y carteles en inglés que sugieren la presencia americana en las calles y una breve mención a las lesiones que sufrió Noriko durante trabajos forzados en la guerra), esto entra en colisión con el padre que se ve como un lastre para la realización de su hija, dejando en su devenir un poso de nostalgia, en como al final del camino el ser humano se encuentra solo.

La puesta en escena resulta clásica del director, todo muy minimalista, con la cámara del cinematógrafo Yûharu Atsuta (“Cuentos de Tokio” o “El sabor del sake”), siempre a baja altura, como queriendo estar al nivel de los que se sientan en loto frente al chabudai (mesa de patas cortas que se utiliza en los hogares japoneses tradicionales), con tomas largas estáticas donde los personajes charlan, entran y salen de foco (como cuando Noriko visita a su amiga Aya [Yumeji Tsukioka] en su occidental vivienda, la cámara se mantiene fija en una habitación vacía mientras suena el reloj) , ello adornado por tomas ‘pillow shots’ editadas por Yoshiyasu Hamamura (“Cuentos de Tokio” o “Rio Negro”), donde la música orquestal rellena grandes espacios donde no hay diálogos, ósea interludios varios. Este modo de rodar peculiar termina en algunas fases por amodorrarme, yo aguanto el cine lento, pero no en el que apenas pasen cosas, donde las redundancias se estiren hasta el tedio, igual para un espectador nipón está bien, pero para mí desde mi visión occidental y de más de 70 años de su estreno me resulta excesiva, una historia interesante como epítome de una sociedad desorientada, pero esto que sobre el papel resulta estimulante, sobre el celuloide me ha sido a ratos sugestivo y a ratos cansino. Aunque rezumando una melancolía crepuscular que con su escena final te cala.

Se inicia en la estación de tren Kita-Kamakura (metáfora visual freudiana del paso del tiempo), comenzando una serie pillow shots (planos de paisajes urbanos o naturalezas muertas que ejercen de separadores entre escenas, como las olas de mar rompiendo contra las rocas,...), señalando el tono sereno (por momentos se ve crecer la hierba, textualmente) de la cinta. Ello para después adentrarnos en una historia pausada sobre los sacrificios en pos de mantener vivo el ciclo de la vida (ósea, la tradición), aunque con ello todos salgan perdiendo.

Film que puedo dividir en tres tramos catárquicos. Uno es la relación de Noriko con Shôichi Hattori (Jun Usami), joven ayudante del padre. Los vemos paseando en bici cerca de la playa, charlan con intimidad frente al mar, ella habla de los celos que posee (elemento crucial en porque no deja a su padre), los vemos con miradas cómplices, parece que el romance fluye entre ellos. Entonces hay una elipsis y están solos el padre de Noriko, Shukichi Somiya (Chishu Ryu) y ella, él pregunta si está interesado sentimentalmente en Hattori, ella con esa sonrisa (falsa) le responde que Hattori va a casarse, esto es jugar con el espectador con inteligencia, pues esto se nos ha ocultado. Más tarde Hattori invita a Noriko a un concierto, esta declina para evitar conflictos (maledicencias si los ven). Tras esto vemos a Hattori solo en el concierto con el asiento de Noriko vacío, la mirada de él desprende amor. Es la sutil historia de un amor frustrado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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