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Voto de TOM REGAN:
7
2018
7,1
3.087
Documental
Documental sobre la reconstrucción del cementerio ficticio de Sad Hill, construido en España (concretamente en los términos municipales de Contreras y Santo Domingo de Silos, en Burgos), hace 50 años, para la secuencia final de la película de Sergio Leone "El bueno, el feo y el malo". El documental cuenta con intervenciones de Ennio Morricone o de Clint Eastwood, entre otros. (FILMAFFINITY)
3 de agosto de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
291/38(31/07/21) Delicioso documental despierta en mí la ternura por esos locos a los que nos apasiona el cine, a los que lo vivimos casi como una religión, un canto de amor al cine, a la nostalgia que nos impregna, sobre esos lugares mágicos en los que revivir lo que nunca ocurrió pero el celuloide transmitió con un poder y magnetismo epidérmico. Opera prima en la realización (convencional y ordinaria, donde lo más destacable en el aspecto técnico son las bonitas imágenes aéreas del cementerio en diferentes fases) del gallego Guillermo de Oliveira (después de haber realizado varios cortos y algún trabajo para la televisión), que se enteró en 2014 del proyecto de recuperación de Sad Hill gracias a un amigo que había oído la noticia en la radio. Siguió el tema a través de Facebook y decidió grabar una pieza corta sobre el tema para subirla a YouTube o, quizá, un cortometraje, ya que pensó que el asunto no podría llegar a prosperar. Sin embargo, el movimiento fue creciendo y encontrando apoyos en trabajadores voluntarios y donantes, y el documental se fue alargando hasta convertirse en un largometraje.
Relata el proceso llevado a cabo por una asociación de voluntarios románticos que rehabilitaron y reconstruyeron el cementerio de Sad Hill creado en 1966 para el rodaje de la secuencia final del filme dirigido por Sergio Leone y protagonizado por Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Walach, “Il buono, il brutto, il cattivo” (completaba su trilogía, tras: “Por un puñado de dólares” de 1964 y “La muerte tenía un precio” de 1965).
Cuenta con testimonios de algunas de las personas que trabajaron en aquella película, de otros cineastas, de estudiosos del filme y de aficionados. Parte de las localizaciones se situaron en el valle de Mirandilla (Burgos), en los términos municipales de Contreras y Santo Domingo de Silos, cerca de Covarrubias, también en las cercanías se construyó el campo de concentración para soldados de la Guerra Civil USA, el famoso puente que fue volado por error sin tener las cámaras funcionando.
Para facilitar la filmación de esta producción internacional, el gobierno presidido por el general Franco ofreció la colaboración de varios cientos de militares que —bien remunerados— trabajaron en la construcción de los escenarios y como extras. En una zona aislada en medio de la nada se rodó la larga secuencia final de la película del duelo a tres bandas, para la que se construyó un cementerio circular con unas cuatro mil tumbas simuladas. Una vez terminado el rodaje, el escenario fue abandonado y la Naturaleza lo cubrió todo.
El lugar permaneció en el olvido hasta que en 2014 un grupo de aficionados a la película de Sergio Leone decidieron recuperar el escenario. Tras localizar el emplazamiento, los entusiastas seguidores crearon la Asociación Cultural Sad Hill y solicitaron permiso a la Junta de Castilla y León. Una vez conseguido, se dedicaron a cavar para recuperar las piedras del círculo central. Luego fueron recuperando las tumbas y colocaron cruces, ello con la intención de en el horizonte poder inaugurar el cementerio con la proyección del icónico spagueti-western en el 50 aniversario de su estreno. Casi se puede ver como la profecía del ‘Rubio’ (Clint Eastwood) que le dijo al ‘Bruto’ (Eli Wallach), “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”, y al final en este cementerio hubo cientos de ‘cavadores’.
El documental incluye numerosa documentación gráfica, anécdotas y curiosidades de la cinta de Leone por parte de entendidos en el medio e incluso de gente involucrada en el proyecto hace ya más de 50 años, desde antiguos soldados españoles de un regimiento cercano en Burgos (Juan José de la Horra, José Urrutia y Rafael Solana), los cuales colaboraron en el montaje de decorados y como extras en la película, hasta titanes de la industria como Eastwood y Morricone, pasando por encargados de arte (Carlo Leva), asistentes de cámara (Sergio Salvati), fans y cineastas como Alex de la Iglesia o Joe Dante, o al mitómano de la cinta James Hetfield (al que en un error del documental se le da una relevancia en su gran tiempo en pantalla, no acorde con lo que aporta), cantante del mítico grupo Metallica, comienza sus conciertos con el ‘Éxtasis del Oro’ de Morricone, que suena durante el Duelo final en el cementerio.
Una aventura cargada de entusiasmo, donde cual acto de Fe somos capaces de dotar de misticismo un lugar cualquiera. Conmueve ver el sentimiento que le ponen los impulsores, David Alba, Sergio García, Diego Montero y Joseba del Valle, como podemos ser adoradores del fetichismo que emana de un film. Pero esto en realidad termina por estirarse demasiado en sus batallitas, aunque redime en gran parte con ese emocionante clímax en la reapertura del cementerio Sad Hill, donde los mitómanos del film asisten a la proyección, teniendo un prólogo estremecedor en la aparición de los que saludan al público con un clímax que como bien dice alguien es ‘Dios’!!!
Lo que hace (para mí) cautivador es el entrelazado a una narración donde se mezclan testimonios de cabezas parlantes implicados en el trabajo ‘Arqueológico Cinéfilo’, con otros referentes al rodaje de la película, con multitud de anécdotas en las que destaca el gran Clint Eastwood (impresionante verlo junto a un Guardia Civil con tricornio en una foto en b/n), relatando sus vivencias durante la filmación, sobre todo lo referente a las historietas del puente y su explosión, muy jocoso.
Un placer oír a Ennio Morricone hablar del proceso de crear música, cómo se inspira en las imágenes que va a adornar, como Sergio Leone vivía la película, o como es fascinante escuchar al montador del film Eugenio Alabiso comentar la importancia (y a así fue) de la edición en la composición de ese legendario duelo; como un estudioso de cine comenta una fotografía en la que se ve con un libro en las manos durante una preparación de escena con cadáveres por los suelos;... (sigo en spoiler)
Relata el proceso llevado a cabo por una asociación de voluntarios románticos que rehabilitaron y reconstruyeron el cementerio de Sad Hill creado en 1966 para el rodaje de la secuencia final del filme dirigido por Sergio Leone y protagonizado por Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Walach, “Il buono, il brutto, il cattivo” (completaba su trilogía, tras: “Por un puñado de dólares” de 1964 y “La muerte tenía un precio” de 1965).
Cuenta con testimonios de algunas de las personas que trabajaron en aquella película, de otros cineastas, de estudiosos del filme y de aficionados. Parte de las localizaciones se situaron en el valle de Mirandilla (Burgos), en los términos municipales de Contreras y Santo Domingo de Silos, cerca de Covarrubias, también en las cercanías se construyó el campo de concentración para soldados de la Guerra Civil USA, el famoso puente que fue volado por error sin tener las cámaras funcionando.
Para facilitar la filmación de esta producción internacional, el gobierno presidido por el general Franco ofreció la colaboración de varios cientos de militares que —bien remunerados— trabajaron en la construcción de los escenarios y como extras. En una zona aislada en medio de la nada se rodó la larga secuencia final de la película del duelo a tres bandas, para la que se construyó un cementerio circular con unas cuatro mil tumbas simuladas. Una vez terminado el rodaje, el escenario fue abandonado y la Naturaleza lo cubrió todo.
El lugar permaneció en el olvido hasta que en 2014 un grupo de aficionados a la película de Sergio Leone decidieron recuperar el escenario. Tras localizar el emplazamiento, los entusiastas seguidores crearon la Asociación Cultural Sad Hill y solicitaron permiso a la Junta de Castilla y León. Una vez conseguido, se dedicaron a cavar para recuperar las piedras del círculo central. Luego fueron recuperando las tumbas y colocaron cruces, ello con la intención de en el horizonte poder inaugurar el cementerio con la proyección del icónico spagueti-western en el 50 aniversario de su estreno. Casi se puede ver como la profecía del ‘Rubio’ (Clint Eastwood) que le dijo al ‘Bruto’ (Eli Wallach), “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”, y al final en este cementerio hubo cientos de ‘cavadores’.
El documental incluye numerosa documentación gráfica, anécdotas y curiosidades de la cinta de Leone por parte de entendidos en el medio e incluso de gente involucrada en el proyecto hace ya más de 50 años, desde antiguos soldados españoles de un regimiento cercano en Burgos (Juan José de la Horra, José Urrutia y Rafael Solana), los cuales colaboraron en el montaje de decorados y como extras en la película, hasta titanes de la industria como Eastwood y Morricone, pasando por encargados de arte (Carlo Leva), asistentes de cámara (Sergio Salvati), fans y cineastas como Alex de la Iglesia o Joe Dante, o al mitómano de la cinta James Hetfield (al que en un error del documental se le da una relevancia en su gran tiempo en pantalla, no acorde con lo que aporta), cantante del mítico grupo Metallica, comienza sus conciertos con el ‘Éxtasis del Oro’ de Morricone, que suena durante el Duelo final en el cementerio.
Una aventura cargada de entusiasmo, donde cual acto de Fe somos capaces de dotar de misticismo un lugar cualquiera. Conmueve ver el sentimiento que le ponen los impulsores, David Alba, Sergio García, Diego Montero y Joseba del Valle, como podemos ser adoradores del fetichismo que emana de un film. Pero esto en realidad termina por estirarse demasiado en sus batallitas, aunque redime en gran parte con ese emocionante clímax en la reapertura del cementerio Sad Hill, donde los mitómanos del film asisten a la proyección, teniendo un prólogo estremecedor en la aparición de los que saludan al público con un clímax que como bien dice alguien es ‘Dios’!!!
Lo que hace (para mí) cautivador es el entrelazado a una narración donde se mezclan testimonios de cabezas parlantes implicados en el trabajo ‘Arqueológico Cinéfilo’, con otros referentes al rodaje de la película, con multitud de anécdotas en las que destaca el gran Clint Eastwood (impresionante verlo junto a un Guardia Civil con tricornio en una foto en b/n), relatando sus vivencias durante la filmación, sobre todo lo referente a las historietas del puente y su explosión, muy jocoso.
Un placer oír a Ennio Morricone hablar del proceso de crear música, cómo se inspira en las imágenes que va a adornar, como Sergio Leone vivía la película, o como es fascinante escuchar al montador del film Eugenio Alabiso comentar la importancia (y a así fue) de la edición en la composición de ese legendario duelo; como un estudioso de cine comenta una fotografía en la que se ve con un libro en las manos durante una preparación de escena con cadáveres por los suelos;... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... También oímos sabrosas opiniones del crítico Stephen Leigh y los estudiosos de la obra de Leone sir Christopher Frayling y el doctor Peter J. Hanley. Hay aficionados populares, como los canadienses Will Ross, Devan Scott y Daniel Jeffery, que en 2014 se desplazaron hasta el lugar antes de que comenzaran los trabajos de rehabilitación.
Ubiquemos la exhibición de la película “El bueno, el malo y el feo” en cualquier lugar del mundo: faltan 20 minutos para su fin, Rubio (Clint Eastwood) observa que Tuco (Eli Wallach) huye para encontrar 200 mil dólares escondidos, e intentará detenerlo lanzándole dos cañonazos. “El feo” es derribado y su cabeza impactará con una lápida… Unos acordes de melodía subliminal se hacen presentes. Tuco se levanta y también lo hace la cámara para llenar la pantalla de paisaje lleno de cruces. El singular pistolero penetra en el cementerio saltando sobre las tumbas mientras esa música fantasmagórica crece en intensidad. Son gritos indescifrables que componen una sinfonía de otra dimensión que crea un ambiente enrarecido, tan temible como cautivador. Las cruces están ubicadas como olas concéntricas. En el centro del cementerio sobresale un escenario empedrado, parece una especie de teatro romano en donde los cadáveres son testigos mudos de una tragicomedia que enfrentará mortalmente a tres seres ambiciosos y amorales. Ennio Morricone eleva a categorías surrealistas su imponente banda sonora “el éxtasis del oro” que ha invadido ya en el subconsciente de los espectadores. Un pequeño silencio se hace presente en la película para que Sentencia (Lee Van Cleef), Rubio y Tuco entren en escena. Surgen los rasgueados de una guitarra que acompaña al trio en su alineación geométrica para un inédito duelo. Se presencia otro de los momentos sublimes del filme. La espectral música de inicio se transforma en un soplo desesperado de una trompeta que clama muerte y que se calla solo cuando siente que los graznidos de los cuervos respaldan su premonición. La cámara hará su labor con un enloquecedor juego de primeros planos de rostros, miradas y revólveres que elevan la tensión del momento a niveles nunca antes sentidos en películas del Oeste.Estos 20 minutos de inmensa fascinación constituyen un viaje alucinante por una composición cinematográfica de enormes virtudes.
Puesto que el trabajo era mayor de lo que pensaron inicialmente, difundieron su propósito por las redes sociales y captaron un considerable número de colaboradores que, en bastantes casos, se desplazaban desde lugares muy alejados. Para financiar el proyecto recurrieron al micromecenazgo, ofreciendo a cambio de una pequeña cantidad de dinero el discutido aliciente de colocar el nombre del donante en una de las tumbas del cementerio.
El momento cumbre de su labor fue el 24 de julio de 2016, cuando organizaron un evento en el recuperado «Sad Hill» para conmemorar el cincuenta aniversario de la película. Su labor continuaba tras el estreno de Desenterrando Sad Hill. Donde saludan al público allí presente en videos grabados Ennio Morricone, James Hettfeld (no sé qué pinta a aquí), y el summum hay el advenimiento de Clin Eastwood, y esto si es el Éxtasis.
Documental que proyecta como el cine provoca en mucha gente un sentimiento religioso febril, algo que solo pueden entender los amantes del Séptimo Arte, entre los que me cuento. Fuerza y honor!!!
Ubiquemos la exhibición de la película “El bueno, el malo y el feo” en cualquier lugar del mundo: faltan 20 minutos para su fin, Rubio (Clint Eastwood) observa que Tuco (Eli Wallach) huye para encontrar 200 mil dólares escondidos, e intentará detenerlo lanzándole dos cañonazos. “El feo” es derribado y su cabeza impactará con una lápida… Unos acordes de melodía subliminal se hacen presentes. Tuco se levanta y también lo hace la cámara para llenar la pantalla de paisaje lleno de cruces. El singular pistolero penetra en el cementerio saltando sobre las tumbas mientras esa música fantasmagórica crece en intensidad. Son gritos indescifrables que componen una sinfonía de otra dimensión que crea un ambiente enrarecido, tan temible como cautivador. Las cruces están ubicadas como olas concéntricas. En el centro del cementerio sobresale un escenario empedrado, parece una especie de teatro romano en donde los cadáveres son testigos mudos de una tragicomedia que enfrentará mortalmente a tres seres ambiciosos y amorales. Ennio Morricone eleva a categorías surrealistas su imponente banda sonora “el éxtasis del oro” que ha invadido ya en el subconsciente de los espectadores. Un pequeño silencio se hace presente en la película para que Sentencia (Lee Van Cleef), Rubio y Tuco entren en escena. Surgen los rasgueados de una guitarra que acompaña al trio en su alineación geométrica para un inédito duelo. Se presencia otro de los momentos sublimes del filme. La espectral música de inicio se transforma en un soplo desesperado de una trompeta que clama muerte y que se calla solo cuando siente que los graznidos de los cuervos respaldan su premonición. La cámara hará su labor con un enloquecedor juego de primeros planos de rostros, miradas y revólveres que elevan la tensión del momento a niveles nunca antes sentidos en películas del Oeste.Estos 20 minutos de inmensa fascinación constituyen un viaje alucinante por una composición cinematográfica de enormes virtudes.
Puesto que el trabajo era mayor de lo que pensaron inicialmente, difundieron su propósito por las redes sociales y captaron un considerable número de colaboradores que, en bastantes casos, se desplazaban desde lugares muy alejados. Para financiar el proyecto recurrieron al micromecenazgo, ofreciendo a cambio de una pequeña cantidad de dinero el discutido aliciente de colocar el nombre del donante en una de las tumbas del cementerio.
El momento cumbre de su labor fue el 24 de julio de 2016, cuando organizaron un evento en el recuperado «Sad Hill» para conmemorar el cincuenta aniversario de la película. Su labor continuaba tras el estreno de Desenterrando Sad Hill. Donde saludan al público allí presente en videos grabados Ennio Morricone, James Hettfeld (no sé qué pinta a aquí), y el summum hay el advenimiento de Clin Eastwood, y esto si es el Éxtasis.
Documental que proyecta como el cine provoca en mucha gente un sentimiento religioso febril, algo que solo pueden entender los amantes del Séptimo Arte, entre los que me cuento. Fuerza y honor!!!