La primera temporada de True Detective es magnífica. Desde los créditos iniciales, pasando por un espléndido compendio de ocho guiones escritos por un solo autor y una dirección también unipersonal, hasta unas interpretaciones brillantes, un diseño de producción que quita el hipo y una dirección de fotografía de un nivel creativo casi inaudito en la televisión. Todo encaja y suma.

Actualiza con gran inteligencia la clásica dupla de polis contrarios, siendo uno el Niezstchteano y el otro el tradicionalista, un desafío creativo que no para de ofrecer momentos memorables. Este nuevo paso adelante en composición de personajes ha venido para quedarse y a partir de ahora, su pauta será nuestro baremo de calidad en cuanto a polis de ficción se refiere. Y aún así, es fiel a la tradición negra: traumas, autodestrucción, obsesión y machismo nutren el motor de esos personajes.

También me parece de una sutileza y elegancia extrema la acumulación de elementos que se integran en cualquier trama para explicar la principal. La historia de una de las hijas del poli encarnado por Woody Harrelson es buen ejemplo: algo muy grave le ha pasado y todo su entorno mira siempre a otro lado como si no se enterara y esto no solo tiene sus consecuencias personales en un personaje con problemas, sinó que indica cuan arraigadas están ciertas depravaciones en ese entorno y por qué. Con solo cuatro apuntes a lo largo de toda la serie ya está todo explicado.

Asimismo, resaltar que la narración abandona cualquier explicación de muchas de las preguntas que se investigan. O sea, que no soluciona realmente el caso y nos da igual porque este es solo una excusa para soltarnos una de las tesis más descorazonadoras sobre el ser humano, pero a la vez más optimistas sobre su devenir futuro.

En su contra solo puedo citar un innecesario plano secuencia totalmente innecesario e incoherente con la brillante y sólida estética propuesta a lo largo de los ocho episodios. La estética per sé no solo no es un valor, sinó que es un demérito. Extraña decisión, pues, en un conjunto tan brillante.

Por último -y eso ya no es culpa de la serie- resaltar mi completa perplejidad por esa incomprensible e ingente cantidad de espectadores sin capacidad de comprensión audiovisual que ha puesto de relieve la emisión de esta serie. Verlos desde el primer episodio intentar descifrar en clave simbólica multitud de imágenes e iconos que solo hacían referencia a cosas físicas, palpables, culturales del entorno y los protagonistas, y confundir una magnífica y sólida historia criminal y social con una patraña de nivel ínfimo como es esa estafa para adolescentes llamada 'Lost' me parece un claro indicador del camino que aún le queda por recorrer a esa luz de la verdad para ganar a la oscuridad de la ignorancia.

En serio, ¿por qué se complican esos espectadores tanto la vida? ¿Tanto les duele la verdad expuesta que deben crearse universos paralelos? No lo entiendo. Cohle fliparía con ellos. Y ya no te digo Marty. Si alguna historia está vacía de fantasía y se agarra a la tristeza vital más oscura, orgánica y real, es esta.