Tiene momentos divertidos, los menos y está llena de momentos tensos, abruptos, cortantes, desagradablemente sinceros.
Estupendo trenzado de relaciones entre niños y adultos, secas, de conveniencia, desnudas de pasiones, lo cual permite al director ser certero en las dianas, evitando rodeos ni falsos planteamientos morales. Objetividad, franqueza, planitud en las formas y en las almas, para mostrarse los más reales posibles.
En el fondo se aprecian miedos, falta de apertura, ausencia de confianza, recelos fundados e infundados hacia los que ahora me rodean, que mañana pueden ser otros.
El dolor no consigue desaparecer nunca, esa resaca de los tempestuosos tiempos pasados permanece como un zumbido sordo de fondo que matiza cada nota, que difumina cada color, que desdibuja los perfiles. Pero apenas afloran lágrimas ni otros sentimientos que no sean los de seguir adelante, la pura supervivencia, que aporta drama suficiente para llenar esta escena y la siguiente, hasta completar la película.
Sin necesidad de personajes ni diálogos, en varias ocasiones, el director te muestra planos cercanos de florecillas silvestres preciosas, hasta que enfoca el fondo para descubrir un tendido eléctrico, una antena, una vía del tren o cualquier artilugio metal-mecánico, que pone las cosas en su sitio y te muestra que la vida, como los paisajes, está repleta de contrastes.
Buen trabajo de los actores para arrojar verosimilitud a unas vidas hechas a jirones. Muy recomendable.