Lo único que puedes decir cuando acaba la proyección e incluso durante alguna fase de la misma es, ¡JODEEEER¡ y a la vez emitir un largo suspiro. Lo cierto es que no sé si ello es más malo que bueno; cuando algo impacta tal vez lo que se busca es que ese efecto nos deje como anonadados, anestesiados, y no nos permita ver realmente la causa, es decir, si lo que origina esa reacción, es o no realmente bueno, tiene o no calado.
La película detenta un comienzo soberbio e impresionante, el final está también muy logrado, pero en un análisis algo más frio ves con claridad que en medio hay luces, pero también bastantes sombras. Quizás el problema fundamental estriba en que aunque Villaronga apunta contra todo, no dispara con el mismo ímpetu y a todos por igual. Cuando quieres abarcar tanto corres el serio riesgo, no ya de perder credibilidad, también de que tu discurso quede tan difuminado, que en algunas de sus fases no sea ni básicamente entendido ni debidamente compartido.
Excelentes son algunas interpretaciones, Nora Navas, Laia Marull, incluso los niños, la ambientación, esas casas que parece un milagro que se mantengan en pie, esos bosques lúgubres en los que cualquier cosa puede ser posible, el vestuario, todo muy logrado, incluso los momentos de emoción bien dosificados, con contención, sin que se le vaya la mano demasiado. Los giros de la trama, previsible alguno, pero otros muy conseguidos suponen un valor añadido en una historia con trepidante comienzo, brillante epilogo, pero que languidece en muchas fases.