Esta película inspira nostalgia de las buenas ideas. Hay películas que llaman la atención por su director, otras llaman la atención por su guión, o por el libro en que se basaron. Esta, llama la atención por juntar a actores espectaculares. Pero acá, sea por el guión, sea porque ellos mismos estaban cansados y querían irse de vacaciones, eso no resulta. No hay química, Milla no tiene el mismo brillo de locura en los ojos, que la caracterizó en Juana de Arco o el 5tO elemento. Edward pretende hablar como negro, hace su aparición con trenzas tipicas bahianas, y pretende comportarse como psicópata. Pero nosotros ya vimos a Norton en la cárcel, en American History X, y naturalmente sabemos que en ese papel nos convenció a todos. Acá, convence menos que de abogado de Courtney Love. Acá, nos aburre con conversaciones incoherentes, con textos brillantes y siúticos, con un guión al que le pudo haber sacado más provecho. De Niro sabe que es un dios, pero acá se convenció demasiado pronto acerca de qué puede hacer este dios. Y el subtema de ser o no ser buenas personas, el dilema moral detrás es un dilema barato, extraído apenas de los folletos de los testigos de Jehová. Desmotivante, lenta, y predecible.