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Voto de Cobalt Blue:
7
Aventuras. Drama El director de "El cazador" adapta una novela de Mario Puzo (El Padrino) que relata la historia de Giuliano, un bandido que intenta liberar Sicilia de la corrupción del gobierno de Roma y de la Mafia. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.

En ocasiones, el propio espectador o lector no se permite a sí mismo el esclarecer. Esta represión del talante inquisitorio, talante tan natural en todos nosotros, obedece a otra necesidad natural: el prolongar de modo indefinido el embeleso producido por el misterio.

Sin embargo, cierto significado en esta «El siciliano» resulta tan evidente que no existe posibilidad alguna de misterio ni del subsecuente embeleso.

Al comienzo de la película, el profesor Héctor conduce por las calles de Palermo, la capital de Sicilia. Por doquier vemos retratos en blanco y negro de Salvatore Giuliano, el Robin Hood —un tanto bestial y altanero— de esta historia. Hay cirios al lado de los retratos: ya sabemos, sin necesidad de que se nos diga directamente, que Giuliano ha muerto.

Avancemos en el metraje. El anciano Masino Croce, capo de la mafia, habla con Héctor sobre el tiempo, según Croce el adversario del ser humano y el único vencedor.

Volvamos a la secuencia inicial, la de los retratos de Giuliano. ¿No os extrañó el primer plano de la película, un travelling circular que parte del cielo y termina precisamente en uno de los muchos retratos?

Obtenemos el significado unos pocos planos después. Héctor sigue conduciendo por las calles. Vemos una «Niké», es decir, una estatua que representa a la diosa griega de la victoria, alada y ofreciendo una corona de laurel. Héctor pasa por debajo de la estatua: de súbito, uno de los retratos de Giuliano aparece sobre él y sustituye su rostro.

Obviamente, el travelling circular representa de modo simbólico la corona de laurel ofrecida por Niké. ¿A quién ofrece la corona? A Giulano, claro. Recapitulemos: dicho travelling termina en uno de sus retratos; y, al pasar Héctor por debajo de la estatua, aparece otro retrato (es decir, la estatua corona a Giuliano).

La diosa de la victoria coronaba a los vencedores en competiciones deportivas, entre ellas las olímpicas; luego Giuliano ha vencido. Pero ¿en qué competición? Recordemos: Masino Croce hablando del implacable carácter del tiempo. Volvamos de nuevo al inicio: los retratos y, frente a ellos y a los lados, velas y cirios. Ya lo advierte Giovanna: «Te recordarán». Eso es: Giuliano ha vencido al tiempo. Perdurará en la memoria y su recuerdo pasará de unas generaciones a otras. La idea no parece demasiado original; pero está expresada bellamente.

La secuencia en que Bárbara Sukowa va a tomarse un baño es fascinante y, a la vez, irritante por la actitud del personaje: se comporta igual que los hombres en las películas de Ozu.

Dos objeciones: la música extradiegética, redundante como toda música en el cine; y el inglés. La historia transcurre en Sicilia; pero no se dice ni una palabra en siciliano ni tampoco en italiano. Ah, el perezoso público estadounidense no quiere leer subtítulos. ¿Qué haría Gibson para colarles «La pasión de Cristo» en arameo y latín? La religión, supongo.

2.

A pesar de «El siciliano» y la extraordinaria «La puerta del cielo», Cimino negó en cierta entrevista que hiciese cine con propósitos políticos. Nada de lucha de clases; según él, todo se trata de «estatus»: los machos humanos se baten por estatus, para fardar de que han ganado y de que el nuevo estatus les permite tener prendas elegantes y un coche bonito. Ahí tenemos a Giuliano, fardando de coche y ropa. Como el propio Cimino, que fardó de coche por las calles de Hollywood. Toda la belleza de su cine dilapidada por un pensamiento propio de las cavernas. Su error consistió en generalizar: hay machos humanos como él los describe, pero no son tan numerosos.

3.

Alessandro Scarlatti en el gramófono. Entra Passatempo y exige a Borsa salir. Después de exigir, se queda sentado y escucha la música. «Es muy bonito», dice a Borsa. No todo el mundo puede apreciar la belleza; pero en todas partes hay gente capaz de apreciarla, tengan o no estudios, vistan con frac o con una rebeca andrajosa. En el caso de este Passatempo, el apunte de Cimino dota al personaje de cierta ambigüedad: un hombre criado entre escopetas y bandidos, sin escrúpulos para matar, es capaz de apreciar la belleza de la música.

Quizá para Cimino así fuese la Sicilia de los cuarenta y, por extensión, el mundo entero: la más desesperante brutalidad (en forma de miseria impuesta, bandidos supuestamente bondadosos sin escrúpulos para matar, mafia, ejecuciones por razones de toda índole, gobiernos represivos) y, muy de vez en cuando, una belleza sublime, la del agreste paisaje, la del arte (Scarlatti fue siciliano), la de un inusitado acto de nobleza y la de la eventual concordia entre los seres humanos. Mejor dicho: eventualísima.
Cobalt Blue
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