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Voto de Polimnia:
4
Comedia. Romance A los 33 años, Arman decide cambiar de vida. En primer lugar, decide empezar a correr. Tambien Amélie corre. Su primer encuentro será un shock. El segundo será un navajazo en pleno corazón. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2014
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No es por ensañarme y envanecerme gratuitamente, pero no entendí que el público aplaudiera "2 automnes, 3 hivers" ("2 otoños, 3 inviernos") (Sébastien Betbeder, 2013), una película, para mí, tan impostada como la supuesta melena leonina de Vincent Macaigne, y el presunto parecido de Maud Wyler con una mujer exquisitamente retorcida a lo Catherine Deneuve, o a actrices bergmanguianas, como Liv Ullmann e Ingrid Thulin.

Atinadamente, tampoco fue premiada por ningún jurado del REC 2014. Es una película francesa, al estilo francés convencional, no le faltarán los éxitos, ni popularidad entre los “hipsters” recién horneados. Aún así, de momento solo ha obtenido un trofeo: el Special Jury Award, del RiverRun International Film Festival.

La película está divida en varios episodios, y se centra en el desarrollo de la vida de pareja de Arman (Vincent Macaigne) y Benjamin (Bastien Bouillon), dos amigos ya desde la universidad. Y cómo no, habían estudiado Cine, primero en Burdeos, y luego se trasladaron a la capital francesa. Por si fuera poco, Betbeder tiene la intención de que abunde el metacine en su película, por ello, se citan explícitamente a Éric Rohmer y Robert Bresson. Pero es un poco sonrojante que el cine francés haya llegado a convertir en tópicos tan edulcorados los elementos más caducos de su propia Nouvelle Vague, y además, los explote sin ningún tipo de pudor o respeto (¿existe?) por ese movimiento.

Los capítulos (no sé si se debe a que ese viernes 5 de diciembre ya llevaba dos películas en mis lumbares y en mi capacidad de atención) acaban quedando olvidados, se comprende que designan los progresos de la educación sentimental de los personajes, pero la verdad, es que no recuerdo ni un solo título. Además, los personajes se dedican a confesarse ante el espectador, y sinceramente, ya no sé si este mecanismo acababa de funcionar en la figura del narrador omnisciente de "Jules et Jim" (Truffaut, 1962) y "Les deux anglaises et le continent" (Truffaut, 1971). Soy honesta y reconozco que esas son dos de mis películas favoritas de François, pero es arriesgado atreverse a realizar una adaptación literaria tan extremadamente fiel hasta la coma. 2 automnes, 3 hivers aligera esta estrategia con confesiones que bailan entre el peor Truffaut – el Antoine Doinel y el Godard más “boutade” – y el, siempre recurrente, Woody Allen. Tal vez Allen cae tan mal a algunos, por el mal uso que han hecho de su estilo terceros directores.

La historia en sí no tiene demasiada enjundia. Personajes cerca de la treintena, o de los treinta y cinco, preocupante momento, ya que para esa generación, a esa edad, ya no hay ni un matrimonio estable, ni hijos, ni casa, ni hipoteca, ni perro, ni seguridad, ni nada. En fin, toca ir de jóvenes eternos, no queda otro remedio. Pues Arman conoce a Amélie (Maud Wyler), y Benjamin a Katia (Audrey Bastien) a través de diversos avatares, bastante graves, pero suavizados por el humor. Sin embargo, una parte de ellos es incapaz de participar en la relación con el otro, de compartir y compartirse.

Amélie teme el compromiso, o más bien, hacerse mayor. Le cuesta enormemente aceptar los cambios; y al fin, después de todo, acaba volviendo con Arman. Más que amor, tal vez les une la necesidad de saber que hay alguien al otro lado. Arman no soporta el paso del tiempo sin cambios, ningún tipo de evolución… y descubrir que tu exnovia acaba de tener un hijo.

Benjamin había sido siempre feliz, simple e ignorantemente feliz, pero desde su enfermedad descubre un miedo que nunca había sentido. Miedo a la muerte que en realidad es miedo a la vida. Pero no puede confesárselo a su joven amada Katia, la logopeda en prácticas que le atendió en el hospital. Y por ello, es más entretenido complacer el “horror vacui” que le provoca el silencio hablando de cocina; y consolar a Arman de sus continuas desilusiones pueriles.

Si Sébastien Betbeder no se hubiera entretenido en la larga primera parte de la película, tal vez hubiera podido trazar bien el conflicto, haber hecho participar de él a la desdibujada Katia y su familia; y transmitir al espectador el final que realmente tendría sobre el papel. ¿La duda de la existencia del amor? ¿La utopía de la confianza de pareja? ¿La imposibilidad de conocerse a uno mismo y al otro? ¿Seguir adelante a pesar de los miedos y los tropiezos…?

Reseña completa en: http://www.relatoenmarcado.com/2014/12/17/ninguna-primavera/
Polimnia
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