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Voto de Talamasca:
5
Drama A los 33 años, Grace Kelly, una gran estrella de Hollywood, renunció a su carrera como actriz para casarse en 1956 con el príncipe Rainiero III y convertirse en Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco. La historia se ambienta en plena crisis política y económica entre Francia y Mónaco, crisis en la que la actriz americana estuvo involucrada. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer y el último plano de Grace de Monaco, los dos únicos en los que en la película de Oliver Dahan presenta a su protagonista en el entorno de un plató cinematográfico, no parecen haber sido seleccionados aleatoriamente para abrir y cerrar el film, al fin y al cabo, ambos inciden en la misma idea que se repite a lo largo de todo el metraje, la de la inexistencia de una separación entre Grace Kelly (actriz) y la Princesa Grace, su Serenísima Alteza. En lugar de esa teoría generalmente aceptada de la dualidad dividida y divergente de los roles actriz/aristócrata, el director francés presenta a una mujer para la que el mundo se convierte una extensión de la pantalla. Poco, apenas nada, sabemos de la Grace real, de la mujer más allá de la estrella, salvo en algún guiño oculto tras capas de barniz y de estudiada pose… y quizás ésa sea la lectura menos evidente y más interesante de la cinta que abría el Festival de Cannes, afirmar que realmente no existía nadie bajo el disfraz, sostener que no se puede retratar verazmente el interior de alguien que sólo entendía la vida a través de la actuación, de la emoción simulada.

La Grace separada de las cámaras es, por lo tanto, un ser inseguro e inadaptado, evidentemente fuera de su elemento natural, sólo el entender que la vida (o, al menos, la vida monegasca) es el mayor de los escenarios, un conocimiento otorgado por un nuevo mentor, guía de otras reglas y sustituto del alejado Hitch, permite a nuestra protagonista reconciliarse con su estado, recuperar a la actriz que nunca dejó de ser y que, hasta ese momento, desconocía que el mundo no había dejado de contemplarla. En este sentido la superficialidad del biopic filmado no sería la tara que normalmente habría de ser, sino que remarcaría el punto de vista de la Princesa, esto es, que la única vida que merece la pena ser vivida es la que se construye en torno a la representación y que el amor, las lágrimas, las sonrisas sólo son sombras de una ilusión compartida ¿o es que acaso el propio Mónaco no es igualmente un reino de lo utópico, un país (?) que sobrevive en cuanto es capaz de mantener sus vínculos con la fantasía?.

El plano final que comentábamos al inicio de la reseña no sería más que la ratificación y la respuesta al plano inicial. Frente a la ausencia de los platós reales, la construcción de los platós imaginarios sustituyendo a aquéllos y así el reinado de Grace es su representación, Mónaco el escenario y el mundo entero su rendido público.

Reseña redux de la crónica de Cannes para cinemaadhoc.info
Talamasca
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