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España España · Móstoles
Voto de lyncheano:
10
Drama Alvin Straight (Richard Farnsworth) es un achacoso anciano que vive en Iowa con una hija discapacitada (Sissy Spacek). Además de sufrir un enfisema y pérdida de visión, tiene graves problemas de cadera que casi le impiden permanecer de pie. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Stanton), con el que está enemistado desde hace diez años, ha sufrido un infarto, a pesar de su precario estado de salud, decide ir a verlo a ... [+]
14 de febrero de 2008
57 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las obras maestras son, por definición, esas películas de las que uno se siente algo ridículo cuando intenta hablar de ellas, pues prevalece la incapacidad de transmitir con simples palabras todo lo que representan, significan y nos hacen sentir. La primera vez que la vi, estaba preparado para disfrutar de una obra de Lynch nada lynchiana, la menos personal de sus películas. Sin embargo, una vez terminaron los títulos de crédito, llegué a la conclusión (indiscutible, por otro lado) de que alguien que sentía la necesidad de plasmar en imágenes una historia como esta, es porque sin duda la tiene muy dentro de sí mismo, y por tanto la obra en cuestión adquiere de inmediato carácter único y personal, algo que en manos de David supone ser una de las películas más B O N I T A S de la historia del cine. Una obra íntima, personal y universal, porque... ¿qué hay más universal e íntimo en este mundo que el amor fraternal y el análisis personal de toda una vida en un momento dado de la vejez? La historia parte de una simple premisa: un anciano que decide recorrer más de 500 kilómetros con su cortadora de césped John Deere para volver a ver a su hermano con el que hacía diez años que no se hablaba. Simple, enternecedor, adorablemente ingenuo si se prefiere. Pero a medida que vamos entrando en la película, nos vamos dando cuenta de la complejidad de todo este asunto. Complejo como la vida misma, como el corazón humano, porque esta es sin duda la película más bella y directa de David Lynch, hablando, podríamos decir, según el estereotipo clásico de belleza en cuanto a su profundidad visual, sonora y argumental se refieren. Nos dejamos mecer en la melancólica melodía de Badalamenti mientras contemplamos los vastos maizales de Iowa, recorremos la América más profunda e idiosincrásica de la mano de una cálida fotografía que casi parece esbozar lienzos sobre la pantalla, conocemos a todo tipo de personajes que representan el amplio abanico personal de ese país, pero al mismo tiempo descubrimos y nos enfrentamos a la esencia humana que todos llevamos dentro, y es ahí donde la cinta adquiere su sentido completo y universal. Desde la autoestopista embarazada hasta el buen hombre que acoje a Straight, desde el padre en el cementerio hasta el viejo con sus terribles historias de guerra. Todo está envuelto en un aura de reflexión y dulce melancolía, sensaciones tan poderosas que sin duda la cinta merece. Y sin embargo, cuando menos nos lo esperamos, aparece una desesperada mujer que cada vez que se echa a la carretera acaba atropellando a un ciervo. La escena culmina con un extraño plano en el que podemos ver a unos cuantos de estos animales observando a Straight... sin duda son de mentira, de plástico diría yo, y el efecto es tan chocante y maravilloso que los que amamos a este cineasta no podemos por menos que darle nuestra bendición, y los que no le conocen, pasarlo por alto casi inconsciéntemente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
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