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España España · Complutum
Voto de Pableras:
6
Ciencia ficción. Acción. Aventuras. Comedia Han pasado 4 años desde la tragedia de Chicago y la humanidad sigue reparando los destrozos, pero tanto los Autobots como los Decepticons han desaparecido de la faz de la Tierra. Ahora el Gobierno de los Estados Unidos está utilizando la tecnología rescatada en el asedio de Chicago para desarrollar sus propios Transformers. Al frente del proyecto está Joshua Joyce (Stanley Tucci), un arrogante diseñador que piensa que los Autobots son ... [+]
8 de agosto de 2014
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Bay, con la estimable excepción de 'Dolor y dinero' (2013), lleva entregado a la causa robótica-alienígena desde el año 2007, cuando su notable 'Transformers' llegó a nuestras pantallas para ofrecernos un espectáculo mayúsculo y desbordante condenado a aglutinar tantos fans como detractores. La razón para tan radical división de opiniones se encuentra en su sentido del exceso, capaz tanto de fascinar y provocar el fenómeno de los ojos-como-platos como de hacer estallar las retinas y los tímpanos del espectador que no comulgue con su desmesurada propuesta. No fueron pocos los que consideraron aquella película como la mejor de su director, sino que incluso para el que esto escribe confirmaba a un autor del blockbuster con un estilo propio altamente marcado. Sí, han leído bien: Bay es, para bien o para mal, un autor, ultra-comercial y millonario, sí, pero sin que eso sea óbice para establecer un discurso autoral, al menos en el plano estilístico, que logra sublimar la tontería para convertirla en un activo más de la saga. Ese desenfreno megalómano y destructor se vio incrementado en dos secuelas que, aunque inferiores, aún poseían las virtudes que permitían al espectador ser benévolo con los tics menos agraciados de Michael Bay. Pese a todo, en 'Transformers: El lado oscuro de la luna' (2011) comenzaba a vislumbrarse una cierta reiteración, casi insensata, de unas maneras y formas que ya no contaban con el factor sorpresa y que se atropellaban las unas a las otras, rebajando las aspiraciones lúdicas de una saga que comenzaba a dar un ligera sensación de fatiga al aficionado (el opositor ya se había pegado un tiro, directamente).

En 'Transformers: La era de la extinción' (2014), reboot y secuela al mismo tiempo que nos sitúa años después de lo acontecido en la tercera entrega y donde los Autobots son perseguidos al igual que los Decepticons por considerarse una amenaza para el ser humano, todo lo que era estilo, humor y espectacularidad ha sido sustituido por redundancia, desmesura y risibilidad. Donde antes estaba el carismático Shia LaBeouf ahora tenemos a Mark Wahlberg haciendo de Mark Wahlberg una vez más, y del sano cachondeo que desprendía el siempre acertado John Turturro se ha pasado a un Stanley Tucci brioso pero desubicado. El resto del reparto no son más que figuras recortadas en el atardecer, cuando se pone intensa, o meras presencias accesorias de una trama demasiado abultada, testigos del apocalipsis con tanta incertidumbre como el propio espectador. Curiosamente, en una triste paradoja, es la película con mayor peso del llamémoslo factor humano de cuantas ha hecho Bay para la saga, y sin embargo es la primera en la que el destino de los personajes resulta irrelevante. Es tal la lujuria por el espectáculo y la destrucción que ha esclavizado todo lo que le rodea, convirtiendo a la cinta en la hipérbole de la hipérbole de la hipérbole, donde el desmedido amor (de bakala) de Bay por su criatura le ha cegado, impidiéndole ver sus defectos o saber cuándo parar la máquina, una sombra de sí misma rendida al paroxismo más primitivo. Cada nueva cinta de 'Transformers' ha ido aumentando su duración y rebajando su carisma, pero con la cuarta se ha alcanzado finalmente ese estatus de producto para masas que lejos de innovar y alcanzar nuevas cotas en su propio universo, se conforma con dar gato por liebre al fan, algo inédito en la saga.

Casi todo son malas noticias. No funciona el humor, tan presente en las primeras películas y que alcanzaba, al menos en la secuencia del jardín del primer film, la gloria. Sus ralentís, más que marca de estilo, son marca industrial, como si existieran por cubrir un obligado cupo visual. Sus momentos serios, incluso forzados en anteriores cintas, son ya pura comicidad involuntaria. Los efectos especiales no provocan el asombro que sí desencajaba mandíbulas en 2007, y ahora son más bien un déjà vu. Sólo hay puntuales notas de la (sana) locura que se le pide a un proyecto como éste, y no se dan hasta el tramo final, con imágenes tan poderosas como los robots prehistóricos cabalgando hacia la batalla. Pero es muy tarde. El espectador ya está cansado y hastiado, aburrido por el simple aturdimiento que se presume fuente inagotable de estímulos y que, lamentablemente, ya no despiertan empatía o emoción alguna, vaciados como están de auténtico sentido de la épica y reducidos a simple rutina. Al menos como entretenimiento descerebrado de verano, y sólo para el creyente, obtiene la etiqueta de pasable.

Con la apertura de la cinta, uno podría esperar un mirada nostálgica, más cercana y humana, casi metacinematográfica, al mundo 'Transformers'. De todas esas esperanzas vanas e infundadas se puede decir que sí provoca una profunda nostalgia… al rememorar una primera trilogía que funcionaba muy bien en sus propios términos de exceso, destrucción y tontería inteligente.

http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-transformers-la-era-de-la-extincion-el-camino-del-exceso/
Pableras
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