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Voto de Angie Banshee:
10
8,1
43.565
Drama
A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2012
49 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánto me alegro de haberle concedido más de una oportunidad a David “pajas mentales” Lynch, pues ha sido gracias a ello que he podido llegar hasta esta maravilla de película. Mi primera aproximación a este controvertido director fue con Twin Peaks (la serie) y con Terciopelo Azul. Tras el visionado de esta última pensé “que te den, Lynch”. Sin embargo, he de reconocer que por encima de lo extraño, esnob y –en muchas ocasiones– ininteligible de sus argumentos (claro que, si donde pongo “ininteligible”, pongo “surrealista” u “onírico”, una tomadura de pelo se convierte en una “obra de culto”…), el cine del señor Lynch había logrado seducirme parcialmente con su estética, su fotografía, su banda sonora y, en definitiva, con la indiscutible maestría que late en su metraje. Ahí debió iniciarse mi relación amor-odio con este director. Después llegó “Mulholland Drive”, otra rayada espectacular pero, en mi opinión, con más sentido que “Terciopelo Azul”, y rodada a golpe de talento. Estoy empezando a perdonarte, David, pero no te absuelvo, todavía no…
Hasta que llego a “El Hombre Elefante”, obra bastante más convencional que la mayor parte de la filmografía de Lynch, y me quedo fascinada. Ahora sí, David, me rindo, tú ganas. ¡Eres bueno, cabrón!
Una vez hechas estas aclaraciones con respecto a mi relación con el director, me zambullo en la crítica, propiamente dicha, de esta inconmensurable obra:
(Sigue en spoiler sin desvelar nada)
Hasta que llego a “El Hombre Elefante”, obra bastante más convencional que la mayor parte de la filmografía de Lynch, y me quedo fascinada. Ahora sí, David, me rindo, tú ganas. ¡Eres bueno, cabrón!
Una vez hechas estas aclaraciones con respecto a mi relación con el director, me zambullo en la crítica, propiamente dicha, de esta inconmensurable obra:
(Sigue en spoiler sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Para empezar, la fotografía en blanco y negro me parece de lo más acertada. Hace de la película un clásico sin serlo, sumerge al espectador en un mundo de claroscuros donde predomina el patetismo, y crea una atmósfera lúgubre y malsana, en ocasiones esperpéntica, a la altura de los padecimientos del propio Merrick. En ese sentido, casi resulta inevitable encontrar paralelismos con otras películas como, por ejemplo, “La Parada de los Monstruos”.
El trabajo de Hopkins, una vez más, es sobresaliente. Y aunque la actuación de John Hurt tal vez resulte de difícil valoración (debido a lo disfrazado que queda su verdadero físico), lo cierto es que consigue conmover y hacer que uno empatice no sólo con el Merrick cinematográfico, sino también con el real. Al menos así me ha sucedido a mí, que no he podido sustraerme a la tentación de documentarme sobre el verdadero Joseph –que no John– Merrick.
Y ahora llegamos a lo que verdaderamente me turba en esta obra: la hostia a bocajarro que para mí supone ser consciente de hasta dónde puede llegar la crueldad humana. Esa crueldad me daña tanto como me desconcierta, me lleva de Rousseau a Hobbes y de Hobbes a Rousseau, de Gandhi a Mengele y de Mengele a Gandhi, me obliga a reflexionar sobre la jodida dualidad del ser humano que crea ángeles y demonios; seres de una misma especie que gravitan en los extremos del bien y del mal, exactamente como Treves y Bytes. Esos planteamientos morales, filosóficos y existencialistas, me abocan a un doloroso desconcierto cuando trato de comprender qué son mis congéneres y qué soy yo misma. Y eso, además de la inevitable sensibilización que produce esta película, es lo que me ha fascinado de “El Hombre Elefante”. Por ello, para dotar de un título a esta crítica, me quedo con la frase de Treves: “¿Soy yo un hombre bueno, o tal vez un malvado?”.
El trabajo de Hopkins, una vez más, es sobresaliente. Y aunque la actuación de John Hurt tal vez resulte de difícil valoración (debido a lo disfrazado que queda su verdadero físico), lo cierto es que consigue conmover y hacer que uno empatice no sólo con el Merrick cinematográfico, sino también con el real. Al menos así me ha sucedido a mí, que no he podido sustraerme a la tentación de documentarme sobre el verdadero Joseph –que no John– Merrick.
Y ahora llegamos a lo que verdaderamente me turba en esta obra: la hostia a bocajarro que para mí supone ser consciente de hasta dónde puede llegar la crueldad humana. Esa crueldad me daña tanto como me desconcierta, me lleva de Rousseau a Hobbes y de Hobbes a Rousseau, de Gandhi a Mengele y de Mengele a Gandhi, me obliga a reflexionar sobre la jodida dualidad del ser humano que crea ángeles y demonios; seres de una misma especie que gravitan en los extremos del bien y del mal, exactamente como Treves y Bytes. Esos planteamientos morales, filosóficos y existencialistas, me abocan a un doloroso desconcierto cuando trato de comprender qué son mis congéneres y qué soy yo misma. Y eso, además de la inevitable sensibilización que produce esta película, es lo que me ha fascinado de “El Hombre Elefante”. Por ello, para dotar de un título a esta crítica, me quedo con la frase de Treves: “¿Soy yo un hombre bueno, o tal vez un malvado?”.