No desenfoquemos: Las Colinas es lo que es, una de horror sin contemplaciones. Quiere ser una experiencia brutal y emplea todos los recursos del arte cinematográfico para este fin. No importa al francés Aja ni los matices ni la caracterización de nadie, sólo una visceralidad que realmente consigue gracias a su puesta en escena (ver ese amenazante pueblo poblado por maniquís, o el fabuloso empleo del plano general).
Y de fondo, más: una disección de la "middleclass" típicamente USA (en un juego de espejos entre los asediados y los agresores acertadísimo), y un alegato antimilitarista y anti nuclear.
Para buscar otras cuestiones, no busquen en Aja, porque ni el propio cineasta quiere encontrar otra cosa. Ahora, mal, se pasa.