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Voto de Joan Ramirez:
5
Aventuras. Drama Tras un naufragio en medio del océano Pacífico, el joven hindú Pi, hijo de un guarda de zoo que viajaba de la India a Canadá, se encuentra en un bote salvavidas con un único superviviente, un tigre de bengala con quien labrará una emocionante, increíble e inesperada relación. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya he leído en alguna de vuestras críticas, La Vida de Pi es una película demasiado pretenciosa en la elección de sus objetivos: demostrar que Dios existe, que su presencia no está reñida con los avances de la Ciencia, y que su percepción depende más de nuestra actitud que de la suya. Vamos, que podría firmar el guión el mismísimo San Agustín.

El argumento ya lo conocen ustedes de sobras: los avatares de la vida hacen que un chavalote indio se encuentre en un bote salvavidas en medio del océano en compañía de un tigre, también superviviente del naufragio que les ha puesto en esa tesitura.

Como obra, como “artefacto”, La vida de Pi no funciona porque es en sí misma una yuxtaposición de géneros demasiado dispar: a ratos es un telefilme setentero de dramas familiares y conversaciones de sobremesa; otras veces es como un spot de la teletienda, en que el actor anunciante nos vende en su propia casa cualquier producto. Después se convierte en un film de aventuras, si no clásico, bastante manido… y que, no obstante, a travesará una deriva hacia el cine fantástico en la aparición del extraño islote.

Por mi parte, les aseguro que en algunos momentos en los que la historia se sitúa en el momento presente, he temido que el indio que hace de Pi adulto y que explica su historia, mirara a cámara de repente y nos invitara a comprar un pelador de patatas automático, una colección de cuchilos o cualquier otra cosa que fuera IMPRESCINDIBLE para acompañar una vida vegetariana y su mensaje basado en la existencia de Dios. En fin… si me río es porque si la Psicología barata ya me irrita, la mística con calzador ni les cuento.

La vida de Pi se alimenta también de otro par de tópicos. Como ustedes saben de sobras, forma parte de la tradición literaria, y ya cinematográfica también, atribuir a los animales aspectos del carácter de los humanos. Las hormigas son laboriosas, las ovejas sumisas, las hurracas sombrías y tacañas, los búhos sabios, los buitres malvados… Junto al Horóscopo, esta tradición animalista es uno de los intentos más antiguos de nuestra especie por tipificar la personalidad humana, aspecto aún no resuelto de modo satisfactorio por la Psicología moderna. Pues bien, todo esto aparece en la película sin añadir nada que pueda ser revelador.

El segundo tópico al que quería referirme es el de que los niños (y también los viejos) lo tienen más fácil para que Dios responda al teléfono. Como la película misma con su sucesión de géneros, verán que el niño Pi, inquieto en lo que a la existencia de Dios se refiere, va superponiendo en su vida cuantas religiones encuentra a su paso, practicándolas todas ellas a la vez. Obviamente, resulta cómico por más que el director nos muestre la equilibrada y felicísima vida del Pi adulto multireligioso. Si las cosas fueran así, hoy hablaríamos todos esperanto y no inglés. Además, el niño inquieto por su propia experiencia de Dios suele encontrar en lar religiones más vacío que alivio, al punto en que es fácil que le cueste menos identificarse con La Fuerza y un actor que haga de maestro Jedi que con organismos pensados para el control social.

Ya ven: lo pesadita que se hace la película en su constante voluntad de venderse a sí misma provoca ganas de rebatirla.

Para acabar, les recordaré tan sólo que en 1954 Ladislao Vajda dirigió “Marcelino, pan y vino”. En el bote de su orfandad, Pablito Calvo aprendió a sobrevivir…¿gracias a su fe? No. Dios calla para todos y es real sólo para algunos.

El resto es aburrirse en el patio del colegio y comerse un Tigretón de vez en cuando.
Joan Ramirez
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