A buen seguro es un dato que todos los humanos nos gustaría saber, la fecha de nuestro óbito, de una manera o de otra, al menos saber que en unos años podemos estar medianamente tranquilos que salvo resfriados y las goteras propias de la edad, La Parca no va a venir a visitarnos para que la acompañemos en ese viaje que algún día, esperamos que muy, muy lejano, todos desgraciadamente iniciaremos. Y lo que es peor, sin cuentas de volver, al menos en la forma que estamos o conocemos. Dejemos abierta la puerta a esas creencias de la reencarnación y demás, no es lo que ahora nos ocupa.
Amanda espera ser recogida por una lujosa limusina que la llevará a lo que ella considera un más que merecido homenaje a su fulgurante carrera que cumple 20 años y que empezó en un film en el que interpretaba a una muchacha con autismo. Ese papel le abrió las puertas del mundillo de par en par y le ofreció la posibilidad de ir ascendiendo poco a poco hasta la cúspide en la que se encuentra ahora.
La limusina ha llegado y Amanda se sube en el vehículo que la espera en la puerta de casa para llevarla a la gala. Pero en cuanto se sienta, los cristales de las ventanillas se tintan de negro, el móvil deja de funcionar al dictado de una voz distorsionada que le pide por favor que deje de intentar huir, ya que no podrá logarlo, el coche está cerrado a cal y canto.
A partir de ese momento, si Amanda no quiere que pasen cosas más desagradables de lo estrictamente imprescindible, tendrá que cumplir durante el resto de la noche con todo lo que la voz le vaya ordenando. The Show must go on.
Este thriller de terror es la puesta de largo de Haritz Zubillaga (el corto Las horas muertas), que además ha coescrito el guión junto a Aitor Eneriz (el corto She's Lost Control). Toda la acción sucede en un único lugar (la limusina) y con un único personaje, interpretado por Paola Bontempi (La isla interior).
Haritz vuelve a la fórmula que utilizó anteriormente en su corto She’s lost control, que se desarrolla dentro de un coche y con Bontempi de protagonista. Dado los premios recibidos por sus cortos, ha sido designado por Vanity como una de las diez estrellas emergentes del cine español.
Todo el film se rodó en seis semanas en el interior de una nave industrial, donde montaron la limusina que sirve de escenario a partir de deshechos de diferentes coches. Además, se rodaron las escenas de manera cronológica, algo poco habitual.
Pues con esa premisa tan simple, que en un principio me recordó a La Cabina de Mercero, un habitáculo cerrado sin posibilidad de escapatoria alguna y una historia que poco a poco se va abriendo y mostrando los verdaderos motivos que mantienen la historia en una continua espiral de reproches y violencia, consigue mantener mi interés de este thriller claustrofóbico (toda la película se desarrolla dentro del coche) bien rodado con Paola haciendo una muy buena interpretación.
Sin ánimo alguno de querer entrar más en el desarrollo del film, una vez que vd. Querido amigo lector la haya visionado, le recordará a infinidad de personas que ha conocido a lo largo de su vida y que han puesto cualquier pretexto o cualquier maña poco venturosa para conseguir los fines perseguidos. No hay honor entre ladrones.
Ver lo que podría haber deparado el destino de haber tomado otras determinaciones y poder comprobar lo que sería la vida de otros sin nuestras decisiones ya lo ha sido tratado profusamente en el mundo del cine como en la obra maestra Qué bello es vivir o Las Vidas Posibles de Mr. Nobody.
Lo mejor: ir descubriendo poco a poco lo que vas suponiendo que realmente pasó.
Lo peor: no ahonde más en la parte inicial.