Todo comienza con una serie de flashbacks un tanto confusos que nos llevan a la infancia del protagonista que esbozando un par de rasgos de su personaje se alargan prácticamente a media hora de metraje. Y de ahí vamos al gran debate ¿metraje excesivo? Sin duda porque le sobran todos los minutos, no es que sea lenta, dure más de dos horas, es que la historia es convencional, los personajes parecen salidos de otras películas de la Edad Media: el gran guerrero noble y valeroso y la dama sufridora que espera a su amado. Los diálogos estereotipados, todo el mundo sabe cómo acabarán al oirlos empezar. El guión tiene más lagos que las tierras escandinavas.

Por lo tanto no son los minutos es lo que cuenta y sobre todo cómo nos lo cuentan. Porque la historia es sencillita pero parecen empeñados en complicarla a base de planos y planos. Que ella friega en el convento, el lucha en Tierra Santa. Que él lucha contra Saladino ella sufre a la madre superiora. El convento interesa lo justo y en Jerusalén esta el meollo y lo vemos de lejos y gracias.

Las interpretaciones de los actores protagonistas me han dejado frío como un témpano. El templario cuando coge la espada y lucha o cuando besa al amor de su vida ni cambia el gesto ni muestra ningún sentimiento, la misma cara de tío soso y serio. Excepto en un plano que sonríe pero es fugaz, muy fugaz. Ella a pesar del dramón que lleva encima cuando sufre plano largo cuando habla con otro plano de medio lado vaya y nos demos cuenta que expresa menos que su amado, tanto es así que tras tantos años y disgustos está más joven al final que al principio.

No hay por donde cogerla, solo salvaría los paisajes, a Saladino el único personaje coherente y que encaja con quien lo interpreta un actor indio, Milind Soman, pero sale poquito.

La película es mala, léanse los libros.