Vayamos por partos, digo por partes. En primer lugar pensé que iba a ver una comedia real, con sus pros y con sus contras, pero amable en general… Y de eso más bien poco; me he encontrado con un lío embarazoso -nunca mejor dicho- y dándome de bruces con la realidad de unos sentimientos entrecruzados que dejan al descubierto lo difícil que es ser padres pero, antes que nada, pareja… Y eso duele. Lo que resulta innegable es el valor y arrojo que han tenido sus dos protagonistas para poner toda la carne en el asador y desnudarse así, tanto física como mentalmente, tarea nada menor y de indudable mérito. Su complicidad actoral y personal es a todas luces manifiesta por más que surjan piedras en el camino, que las hay.

Un pequeño comentario para futuros papás, al hilo de la película, es el que no se arredren ante el tema de parir porque a menudo se representa como un suplicio en general exagerándolo muchas veces. Lo digo como experiencia personal que enlaza con ese video casero de la madre de la protagonista, unos treinta años atrás, dando a luz plácidamente y rodeada de afecto en una mezcla gozosa entre hippie y familiar que generosamente se nos muestra al igual que el nacimiento de Zoe aunque de forma distinta.

Yo le deseo a esa niña, broche final de la peli y protagonista absoluta con su bendita energía a la hora de mamar, que en el día de mañana, bastantes años después de la historia que hoy vemos y proyectándonos en el futuro, sepa encajar risueñamente, sobre todo con amor, todos y cada uno de los aciertos y desaciertos alrededor de su embarazo, tan preciso por un lado y tan precioso por otro.

(Y ya como comentario final atención también a la sugestiva canción que acompaña la película en una sensible y emotiva escena, rosa incorporada, y que ha acabado convirtiéndose, diría, en realidad: muy buena suerte pues a los tres estupendos intérpretes en todos los días que vendrán :)