En 'Desayuno con diamantes', en cierto momento de la desesperación que sufre el personaje encarnado por la mismísima Hepburn, Capote hace referencia a estos días: a los días rojos. Antes de pensar mal, piensen en esos días en los que uno se levanta con el pie izquierdo sin saber por qué, esos días de manta y sofá bajo el cielo lluvioso.

Pues bien, puede que sufra uno de esos días, o puede que las comedias románticas no me resulten tan repugnantes los Martes por la noche, o puede que simplemente la belleza de Catherine me haya sobrecogido, pero lo cierto es que con justificación o sin ella, y sorprendiéndome a mi misma, me ha gustado lo suficiente como para ver los últimos minutos un par de veces.

Será que estoy más melancólica que de costumbre, pero por primera vez una película de esta índole me ha resultado sorprendente. Puede que haya sido la sensibilidad de Justin Bartha como Aram, o que la perspicacia de los niños me haya nublado la vista a base de carcajadas.

Véanla. Pero avísenme si creen que sufro un episodio de locura transitoria, o que en su defecto estoy completamente lúcida y en mis cabales.