Entretenida, sí, mediocre… también. Lo cierto es que esperaba algo más que un pasarratos. Puede que funcione como producto rutinario orientado a un público masivo o como comedia veraniega standard, pero como adaptación de un mito televisivo Súpergente 86 se limita a tomar prestado el prestigio de su referente catódico sin la mínima talla exigible.

Más que una versión corregida y aumentada del modelo original, la peli se convierte en una desorbitada multiplicación de la espectacularidad y la acción… dando como resultado algo sobredimensionado pero sin alma. ¿Desde cuándo la calidad es proporcional a la dimensión? En el paso de la pequeña a la gran pantalla se pierde toda la esencia y el espíritu de la serie, entre otras cosas.

El film comienza titubeante y, como acomplejado de su precario guión y consciente de sus débiles aspiraciones, se encomienda al magnetismo de un Steve Carrell que, pese a sostener buena parte del metraje con su florido repertorio gestual y su capacidad cómica, no logra reflotar tamaño despropósito. El resto de personajes carecen de la entidad suficiente para enriquecer la narración y deambulan por la pantalla con más pena que gloria.

Toda la narración circula por la senda del tópico y el chascarrillo fácil sin arrancar apenas un par de sonrisas, pobre saldo para una producción cuyo principal objetivo no es otro que descojonar al respetable.

Como adaptación se limita a lo obvio. El prota se inspira vagamente en el personaje original y desarrolla su propia versión a partir de los cimientos de la serie, lo cual aporta nuevos matices sin desmerecer su modelo. Inobjetable. Pero el resto palidece ante la genuina frescura del original. Los gadgets y la trama de espionaje se amplifican y actualizan para ajustarse al nivel tecnológico del mundo actual, pero no consiguen escapar del lugar común y los convencionalismos más característicos del género, en lo que representa una losa que lastra la peli desde el principio y la aboca a un final estrepitoso e inverosímil… y sin embargo predecible.

No tiene sentido alguno renovar la ambientación y fidelizar la estética y tecnología actuales si después vulneras las más elementales reglas físicas de nuestra realidad, por lo que más que pasar de transcurrir en los 60 a hacerlo en la actualidad, la adaptación se enmarca en un universo paralelo regido por la voluntad y el capricho del guionista, cruzando la fina línea que separa la sátira del disparate.