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Voto de Recuerdo:
5
Drama. Comedia Park Slope, Brooklyn, 1986. Walt Berkman, de 16 años, es un chico muy sugestionable. Su hermano Frank, de doce, bebe cerveza y habla sin pudor de la vida sexual de su madre. De repente, ambos tienen que enfrentarse al estallido de una crisis familiar: sus padres, Bernard, un profesor de mediana edad, y Joan, una prometedora escritora que va a publicar un libro, han decidido separarse. La custodia compartida obliga a los chicos a ... [+]
19 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enmarcada en el llamado cine independiente norteamericano, “Un historia de Brooklyn” se presenta como una sugerente reflexión, sobre la amplia parábola que envuelve a un matrimonio de clase media y a sus dos hijos preadolescentes.

Las relaciones entre estos cuatro personajes, fluctúan entre diálogos salpicados de abundantes referencias culturales. Referencias, que nos remiten a un tiempo pasado, en el cual, la vida les deparaba en principio un porvenir prometedor. Porque, es el presente el que nos sitúa ante la perspectiva de asumir la ruptura del matrimonio y, la custodia de ambos hijos. Hijos, que viven en las verdaderas antípodas el uno del otro.

Frank, el menor de ellos, encarnado con gran credibilidad por un prometedor Owen Kline, vive en una anticipada sexualidad de masturbación en masturbación. Y Walt, cuatro años mayor que él, se conserva virgen y no acaba de dilucidar si de verdad es quien cree ser.

Sus padres, Bernard Berkeman y Joan, Jeff Daniels y Laura Linney respectivamente, están aferrados por el lastre como escritor en horas bajas el primero y, por una vida disoluta en cuanto a relaciones de pareja, la segunda. Detonante por lo tanto, de la historia que se nos narra.

Así, “El calamar y la ballena”, título original del largometraje que rinde fiel tributo a un más que estimable guión no premiado en la 78º edición de los premios de la Academia, deja el poso del sabor de lo sencillo. De lo cotidiano en unas vidas, en las cuales, tal vez “El Muro” de Pink Floyd es más grueso que largo. Por algo, cuando hablan no son conscientes de todo lo que desconocen reside en lo que les rodea. En ese breve palpito de un transcurrir diario. Ese, que nunca está cuando lo buscas. Surge.
Recuerdo
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