Basil, el joven artesano de Antioquía tomado de la novela de Thomas B. Costain, se encuentra en el palacio de Nerón, al que ha sido llevado por obra de su caprichosa amante, Helena.

Frente a él dos bustos, creados por su propio cincel.

El rostro terminado de Nerón, y el rostro empezado de Jesús, pero al que no sabe cómo formar aún para completarlo.

Y ante él dos caminos, el de Jesús, con la verdadera fe, el amor sin condiciones y sincero de Pedro, el discípulo de Jesús, y el de su joven esposa Deborah, interpretada por una Pier Angeli magistral, que emociona por la pureza de su interpretación, o el camino de Nerón, el de una gloria imperecedera como artista de la corte, con una amante pasional y hermosa, mucho rédito económico y fama eterna de su nombre.

Frente a Basil, cientos de esclavos crucificados.

Y el cáliz de Cristo, robado. Y callado.

Basil está interpretado por un Paul Newman de 29 años en su casi debut. Se adueña de la historia absolutamente y señorea cada escena, dejando que el cartón piedra usado por el bajo presupuesto seguramente no importe, pero sí el cuidado vestuario masculino sobre todo.

Virginia Mayo aparece como Helena, la fiel seguidora de Simón el Mago y su compañera de trabajo, la mujer ideal amada por todos, la femme fatale, pero más que como tal se entiende como la afortunada mujer que ama el protagonista, atrapado entre dos caminos en todo momento.

Narra de manera fiel los avatares de Nerón y los cristianos, su tormento o su elección.

El resultado es una película entretenida y muy destacable por su gran reparto y el contraste de actuaciones entre Simón el Mago y Nerón y el resto de personajes más bondadosos. Pero sobre todo es una película de opciones.

Simón el Mago y Jesús, o uno u otro para la adoración.
Déborah, o Helena, por el corazón del artista.
Basil ante ser cristiano o parte de Nerón y su corte.

Pero Paul Newman, de él y su talento, no hay ninguna duda. Aquí no hay elección posible. Newman es la perfección en esta película.