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Aventuras. Drama
Karamakate fue en su día un poderoso chamán del Amazonas; es el último superviviente de su pueblo y vive en lo más profundo de la selva. Lleva años en total soledad, que lo han convertido en "chullachaqui", una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos. Pero su solitaria vida da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Evan, un etnobotánico norteamericano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz ... [+]
21 de febrero de 2016
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que el infierno sea verde, pero da igual.
Ciro Guerra interpone su mirada en blanco y negro entre el espectador y su historia, relegándolo a la categoría de mero testigo… libre, eso sí, de sacar sus propias conclusiones.
Pero eso vendrá después, cuando todo acabe.
Porque puede que esta aventura de ansiosa búsqueda y de la incertidumbre del “quizá no encontrar” algo que nos proteja de nuestros propios demonios (aquí se llama yakruna), no necesite más planteamientos que el de las confrontaciones culturales a la hora de afrontar nuestro destino como humanos.
Es, en definitiva, un cuento tan cotidiano que sobran enfoques y explicaciones, porque lo conocemos demasiado, aunque le introduzcamos la variante exótica del continuo discurrir del río, entre la inquietante omnipresencia de la selva…
… y es que, como ya contaron Herzog, Sender, Coppola, Conrad y quizá muchos otros, la selva es un lugar donde la locura se materializa tanto que la puedes llegar a tocar.
Y llegado el momento de tal representación, Guerra da un patinazo desde su pretendido realismo esquemático, hasta un naturalismo tan rudimentario y truculento que casi se la pega contra el más espantoso ridículo.
Sólo para “aventureros” introspectivos, no demasiado exigentes.
Ciro Guerra interpone su mirada en blanco y negro entre el espectador y su historia, relegándolo a la categoría de mero testigo… libre, eso sí, de sacar sus propias conclusiones.
Pero eso vendrá después, cuando todo acabe.
Porque puede que esta aventura de ansiosa búsqueda y de la incertidumbre del “quizá no encontrar” algo que nos proteja de nuestros propios demonios (aquí se llama yakruna), no necesite más planteamientos que el de las confrontaciones culturales a la hora de afrontar nuestro destino como humanos.
Es, en definitiva, un cuento tan cotidiano que sobran enfoques y explicaciones, porque lo conocemos demasiado, aunque le introduzcamos la variante exótica del continuo discurrir del río, entre la inquietante omnipresencia de la selva…
… y es que, como ya contaron Herzog, Sender, Coppola, Conrad y quizá muchos otros, la selva es un lugar donde la locura se materializa tanto que la puedes llegar a tocar.
Y llegado el momento de tal representación, Guerra da un patinazo desde su pretendido realismo esquemático, hasta un naturalismo tan rudimentario y truculento que casi se la pega contra el más espantoso ridículo.
Sólo para “aventureros” introspectivos, no demasiado exigentes.