Siempre suelo incluir una directora entre mis realizadores vivos favoritos. Sólo les diré que, anonadado ante los últimos fiascos de la hija de Coppola y cansado del lirismo feminista militante de la Coixet, Lynne Ramsay ha pasado a ser mi preferida, al dejarme hipnotizado con un film masculinizado por una realización tan directamente agresiva como amparada en la calma que produce el sordo impacto del martillo que porta y usa su fantástico protagonista.

Voy a emplear tantos adjetivos como complejidades guarda la maravillosa adaptación de la novela negra homónima [2013] de Jonathan Ames. Cautivadora; ordenadamente caótica; enfermiza; antihéroe; inquietante; cruel y compasiva; deslumbrarte, dura y desgarradora; obsesiva, compleja y sutil; behaviorista y manierista; melancólica; fascinante y elíptica; desasosegante; corpórea; fatalista y existencialista; conductista y surrealista; lírica e iniciática. Podría seguir, si quisiera, calificando matices reseñables.

Se trata, pues de un neo triller intimista e independiente, anticomercial, con una gran puesta en escena y maravillosamente montado, basado en la historia de un fantasmal antihéroe; de un personaje incapaz de distinguir la ficción de una realidad cargada de vivencias de calado, entre obsesivos y recurrentes recuerdos de terrores infantiles y traumas bélicos, convertidos en subyugantes imágenes que aparecen a modo de flashbacks.

Mención especial merecen la creativa fotografía de Thomas Townend, la portentosa interpretación de Joaquin Phoenix y la buena banda sonora de Jonny Greenwood.

Townend transforma sus imágenes en poesía verde y roja, también con la cámara fuera de campo o retratando lo que otras cámaras, éstas de seguridad, contemplan como pueden y en blanco y negro; sin concesión alguna al gore o a la sensualidad.

Phoenix, seguro candidato para el Oscar y que, con la mejor interpretación de su carrera, da cuerpo, físico y mental, a un brutal y enternecedor personaje dominado por sus internos demonios.

Greenwood, de Radiohead, más la música incorporada, dan como resultado una memorable banda sonora invadida de música electrónica de calidad que, entremezclada con el sonido ambiental, los ruidos, se adapta a la perfección con estructura y al tono de la narración, convirtiéndose en cómplice de la intensidad y tensión de cada escena.

Cine, pues, vivo, con palpitante ritmo y en el que muchos ven la influencia, sobre todo, de Scorsese [‘Taxi Driver‘, 1976], pero también de Pierre Morel [ ‘Taken‘, 2008], John Ford [‘Centauros del desierto‘, 1956], Jim Jarmusch [‘Ghost Dog: The Way of the Samurai‘, 1999], Pak Chan-uk [‘Oldboy‘, 2003], etc.

Háganme caso y no se distraigan con lo accesorio. Estamos ante una gran directora ciematográfica, tan influenciada como lo estuvieron o están los ya citados, y que merece un seguimiento tan justificado que podría acabar siendo de culto.

Eso sí, es un tipo de cine no apto para todos, porque, evidentemente, no se trata de puro entretenimiento para una noche de invierno como las que ya están llegando.

Dintinta. Manierista. Sutil. Impactante. Cautivadora. Con un gran Joaquin Phoenix [8 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2017/12/02/en-realidad-nunca-estuviste-aqui-eeuu-2017-de-lynne-ramsay/