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Voto de Librepensador:
9
Ciencia ficción. Romance. Drama En un futuro cercano, Theodore, un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra un día un nuevo sistema operativo basado en el modelo de Inteligencia Artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha, la voz femenina de ese sistema operativo. (FILMAFFINITY)
2 de marzo de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Her" es una película diferente, peculiar y muy original, que nos traslada a un mundo repleto de interrogantes: ¿qué existe y qué no existe?, ¿qué se necesita para sentir?, ¿por dónde sentimos la realidad?... Es una película que nos zambulle completamente en la soledad de Theodore, un romántico escritor de cartas que se estanca en la depresión que le causa su divorcio.

Para salir de su estado de bajeza anímica, el protagonista recurrirá a un sistema operativo que acabará por encandilarle de una forma realmente hermosa. No necesita de la tangibilidad para expulsar la tristeza de su cuerpo. Se ampara en sentimientos bonitos y lisonjeros que le hacen sentirse satisfecho y, sobre todo, enamorado. Porque, al fin y al cabo, el ser humano es un ser que, ante todo y por encima de todo, SIENTE. Nuestros momentos de alegría y felicidad sólo pueden explicarse a través de los sentimientos que se forjaron en nuestro interior como consecuencia de tales estados de euforia emocional. "Her" nos enseña cómo para sentir no necesitamos ni tocar, ni saborear, ni visionar: nos basta con imaginar. Pues, ¿acaso no sentimos cuando nos sumergimos en una atractiva historia literaria?, ¿acaso no sentimos cuando soñamos? El sentir no se construye a partir de lo tangible, sino de lo intangible, de aquello abstracto que no podemos capturar con nuestro cuerpo pero que, como le sucede a Theodere con su sistema operativo, se siente como si se tuviera total acceso a él.

El sistema operativo de Theodore es como ese diminuto pero contundente espacio entre dos palabras de un libro que nos ha cautivado. Es ese espacio que intentamos alargar, como tan fantásticamente se explica en el filme, para no alcanzar la siguiente palabra y así poder permanecer aferrados a la esperanza de un tiempo paralelo al de la realidad y por ende eterno. Es el instrumento de evasión con el que Theodere se aleja de la tragedia del divorcio y de la soledad.

La ley de la naturaleza, sin embargo, terminará por arrollar el paradisíaco paréntesis existencial en el que se había parapetado Theodere, pues la vida avanza y nuestros pasos necesitan ajustarse a su velocidad para no quedarnos descolgados. Por eso el sistema operativo tampoco podrá garantizar una eterna tranquilidad al protagonista. Porque la vida fluye. Y las construcciones imaginativas en las que nos resguardamos de la tempestad vital aligeran la vida, pero no la evitan. Tienen la fuerza de lo eterno, pero al anclarse en un cuerpo, quien las porta necesita inexorablemente hacer frente a la verdadera realidad para poder sobrevivir.
Librepensador
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