Desde los primeros compases se siente que estamos ante una película descomunal, un artefacto de autenticidad en el que cada plano busca transmitir una emoción genuina. Dreyer se aleja de la teatralizacion del género histórico para adentrarse en el terreno del drama psicológico de corte realista y estilizado.

Una película acerca del dominio de los cuerpos que no son los propios, del deseo de poseerlos y subyugarlos, aunque el martirio y el dolor nos recuerden que lo corpóreo pertenece a uno mismo. Si el cine puede representar el sufrimiento aquí Dreyer enseñó el camino para lograrlo, a través de la protagonista y de los que asistimos a su tormento, dentro y fuera del film.

Un estudio acerca del retrato de las emociones humanas a través del rostro. Son inconfundibles sus primeros planos, con esos fondos blancos y la simpleza en los decorados, logran una abstracción respecto al resto de elementos escénicos en la diégesis, apelando a algo mucho más profundo de la existencia que lo mostrado en pantalla. Dreyer perfila y hace avanzar el lenguaje del cine mediante esta técnica de puesta en escena que parte de lo material concreto pero apunta a lo inmaterial, a lo trascendente.

Un estilo de iluminar de influencia expresionista hace que las caras cobren tridimensionalidad. Algunos encuadres inestables y movimientos de influencia francesa, como las panorámicas invertidas, son realmente llamativos. Así como la influencia de Eisestein en la planificación escénica grupal, el aislamiento o deslocalización espacial de Octubre (1927), y la asociación conceptual por montaje de atracciones. Un ejemplo son las palomas que, como el alma, suben hacia el cielo.

Con implicaciones jurídicas, éticas, políticas y hasta feministas (teniendo en cuenta la lucha contemporánea de las sufragistas), estamos ante una película pionera no solo en lo formal sino también en lo subtextual. Un bastión de la integridad y el libre pensamiento. Maria Falconetti regala una de las mejores y más importantes interpretaciones de la historia del cine, haciendo que el dolor del personaje traspase la pantalla.

@laquimeracultural