Una película que me sorprendió y que me dejó algo tocado después de salir de la sala... Es una historia de esas en las que un hecho pequeño se convierte en algo grande, tan grande que se convierte de repente en el meollo de todo el asunto. E impacta ver cómo esa bola de nieve va creciendo. Todo esto a través de un montaje muy interesante en el que vemos secuencias por partes, y se reanudan viéndose desde un punto de vista que aclara interrogantes; al menos en la primera parte de la película. La segunda cambia bastante de tercio, al dar un gran salto en el tiempo, pero mantiene un ritmo potente.
Por otro lado, unas interpretaciones más que correctas por parte de los 3 protagonistas, creíbes e intensas en todo momento. No les falta humor en ocasiones, ironía en otras y rabia y amargura más a menudo.
Pero lo que me dejó atónito fue el espléndido, atrevido y original uso de la fotografía y el sonido: planos estudiados constantemente con perspectivas alternativas, con contrastes de luz y vapores varios ennubilando el ambiente. Es una mezcla de glamour, arte y decadencia lo que reina en sus planos. Y, por otro lado, esa música que acompaña incansablemente (y sin cansar al espectador) al ritmo de las teclas de la máquina de escribir. Es curioso el uso que se la da a este instrumento como, valga la redundancia, "instrumento", fusionada con una música clásica deliciosa.
No le he visto ningún defecto excepto, quizás, perder un poco de pulso hacia el final; pero sin duda, es una de esas adaptaciones de novela que merece un puesto enmarcado en el muro de los honorables.