Si bien en comparación con otras producciones de Netflix, esta no parece la más escueta en el ámbito técnico, tampoco destaca por su derroche presupuestario.

El entorno se percibe muy artificial, como si de un estudio de televisión se tratase, la acción se desarrolla de forma estática, en compartimentos sin continuidad (Un tanto teatral incluso)

La historia se pierde en detalles nimios, como el de la escalera o el ir y venir de las cintas, que en lineas generales todo se resume en: "A nuestros protagonistas todo les sale bien"

La trama se toma unos riquísimos 130 segundos para mostrarnos como la gente sabe desfilar ante un cadáver, y si bien esto no resulta intrínsecamente malo, el afecto que se puede desarrollar por el personaje es nulo, haciendo esa escena un tanto molesta.

Pero, esos detalles, esos momentos de respirar, donde no todo es tensión y desgracia, la hacen un pelín (pelín muy pequeño) más personal.
El reparto es correcto, y se antoja verídico hasta que aparece Mario Casas con su dientes amarillos y abdominales de gimnasio.

La historia tiene una forma muy natural de fluir en torno al material del que se parte, no se vuelve melodramática ni particularmente cinematográfica, por lo que mantiene un poso de veracidad en la mayor parte de sus minutos.

No sé que decirles queridos lectores, la película da la talla como para que ocupe una hora de tu tiempo, pero no lo suficiente como para que ocupe una pizca de tu memoria