Uno de los mejores cortos españoles de todos los tiempos, y por supuesto el más conocido, con una historia surrealista pero que acongoja de pensarlo, con un desarrollo medio cómico pero con un final dramático y sorprendente, y eso se debe a dos grandes, Mercero y Garci.

Uno puede imaginarse la escena:

En un café de Madrid, cuyo nombre ha pasado al olvido, dos jóvenes hidalgos disertaban sobre la sociedad, sobre la política, sobre la familia, pero de pronto, una gamberrada llamó su atención, unas criaturas encerraron a otra en la cabina telefónica, y un balbuceo entre ambos diese, irónico y cómico, y como si fuera obra del Señor, la idea acaeció, más en una servilleta se estilizó y más tarde con énfasis e ilusión se materializó en la pantalla.

En definitiva, de obligada visión, ya que España tiene imaginación, y mucho antes de la Edad de Oro, sólo hay que proponérselo o permitírselo.