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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
10
Ciencia ficción. Terror De regreso a la Tierra, la nave de carga Nostromo interrumpe su viaje y despierta a sus siete tripulantes. El ordenador central, MADRE, ha detectado la misteriosa transmisión de una forma de vida desconocida, procedente de un planeta cercano aparentemente deshabitado. La nave se dirige entonces al extraño planeta para investigar el origen de la comunicación. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir sobre esta película es tan inútil como mear en el océano: ya lo sé. Poco (o nada) nuevo se puede añadir a estas alturas. Y sin embargo, tras comprobar que tras el enésimo visionado la magia sigue intacta, me apetece dejar testimonio de mi renovado asombro. Porque… Ni recordaba mal, ni exageraba sus virtudes: es, en efecto, soberbia.

Asombro, digo, por redescubrir el inconmensurable talento de aquel primer Ridley Scott, que, ahí es nada, firmó dos obras maestras entre sus tres primeras películas (ésta y, por supuesto, Blade Runner). Al parecer, el Scott del que hablo fue secuestrado en algún momento de finales de los ochenta y sustituido por el sujeto pretencioso y vacuo que perpetró soberanas gilipolleces efectistas como Gladiator o Hannibal .

Asombro por lo soberbio y descomunal de la escenografía, la fotografía o la música. Ahí tenemos a Giger, empeñado en dar carne a nuestras más espantosas pesadillas, construyendo con sus propias manos, con insana e inquietante minuciosidad, la más hermosa y terrible nave alienígena concebida jamás; regalándonos, para gloria de la galería de los monstruos universales, a ese inolvidable alienígena fálico que, en todos los sentidos, nos sale de las entrañas. Ahí tenemos a Jerry Goldsmith en el que quizás es su último trabajo relevante, aterrorizándonos con una música tan sutil como opresiva, que desde los mismos títulos de crédito nos acorrala con el gélido sabor de un mal presentimiento. Y ahí, por supuesto, está un Ridley Scott en estado de gracia, obsesionado con cada detalle y perfeccionista hasta la nausea; arreglándoselas para poner en cada instante la cámara en el preciso y precioso lugar que toca.

Hastío (que no asombro) al constatar la decadencia de esto del Cine. Y es que da mucha, mucha grima comparar los hiperrealistas efectos especiales de esta película que ya supera la tres décadas, hechos a base de imaginación y paciencia, con la inverosímil bazofia digitalizada que nos vomitan con la excusa de la puta pantalla azul. Y no digamos ya comparar la calidad de este reparto, los siete sin excepción (todos ellos, a excepción de John Hurt, relativamente desconocidos por aquel entonces), con la retahíla de niños guaperas y tías buenas descerebradas que pululan por nuestras pantallas. Asombro de que sólo costase 9 millones de dólares frente a Avatar, que sólo sirvió para tirar por la letrina 250.

Asombro de que una historia tan aparentemente simple pueda ser conducida con tanto tino y sentido de la narración, con tanta intriga y buen pulso; jamás resulta aburrida, previsible o se desmadra. Y eso sin casi sacarse “ashes” de la manga. Alien es el triunfo de lo simple (que no de la simpleza). Y es que a veces, en especial en el Terror, menos es más.

Asombro de que a estas alturas, y tras ver la película no menos de una veintena de veces, el “nacimiento” de nuestro “autoestopista intergaláctico” –como lo llama S. King- todavía consiga acojonarme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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