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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
8
Acción. Intriga. Thriller Nick Conklin (Michael Douglas) y Charlie Vincent (Andy García) son dos policías de Nueva York a los que asignan la misión de escoltar a un peligroso asesino de la Yakuza desde Estados Unidos hasta Japón. Pero una vez llegan al aeropuerto de Osaka, el detenido se escapa. Intentando atraparlo, van a parar a los bajos fondos de la ciudad, donde se verán envueltos en una encarnizada guerra entre bandas rivales de la mafia japonesa. (FILMAFFINITY) [+]
2 de mayo de 2011
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que mi opinión sobre Black Rain se ha moderado bastante a base de revisitarla. De haber escrito esta crítica hace un lustro le hubiera encajado un diez sin pestañear. Y es que no en vano fue por muchos años una de mis películas favoritas... Ahora, sin embargo, me cuesta más mostrarme tan entusiasta: le noto demasiado las costuras. En especial, a la pueril resolución de la trama, que dista mucho de ser verosímil y apesta a final “Made in Hollywood”.

Sin embargo, con todo y con eso, debo decir que la baja nota que el respetable le ha otorgado en FA no se comparece no en broma con calidad del film. Sobre todo teniendo en cuenta que pestiños como Avatar se pasean por estas páginas con 7.5 y que solemnes memeces para nenazas de lágrima fácil como Gladiator, muestra del Ridley Scott más patéticamente comercial y decadente, se acercan al ocho.

En primer lugar, y más allá de toda duda, está la soberbia labor de dirección que realiza el bueno de Ridley: absolutamente impecable. No se puede rodar con mejor tino y elegancia. Black Rain es, por desgracia, la última muestra (algo venida a menos) del Scott esteta, que aspira a dejar huella en nuestras retinas y no sólo a forrarse el riñón haciendo llorar abuelas. Formidable y llena de reminiscencias que hacen recordar Blade Runner es la Osaka nocturna que nos pinta: fascinante e hipnótica; tan imponente y grandiosa como decadente y sórdida. Y la maestría no se limita a la fotografía: inolvidable es también su densísima atmosfera sonora (apabullante el festival de sonido de la factoría metalúrgica). Tampoco se le puede reprochar falta de pulso a la hora de dirigir a los actores… Al fin y al cabo… ¡Coño!, consigue que Andy García parezca un actor…

Otra cosa es la historia en sí que, de acuerdo, además de bastante efectista, resulta pelín naif y maniquea. Por supuesto, se trata de trivialidades dentro de clichés envueltas en tópicos: “el buen policía descarriado”, “el choque cultural oriente-occidente”, “el código de los samuráis”, “la redención a través del sacrificio”, “la lealtad”… ¿Y qué? ¿Acaso no merece la pena oírlo otra vez si está bien contado?

A esto, y no es un detalle menor, hay que añadir la soberbia banda sonora, una de las primeras de ese genio llamado Hans Zimmer, que ya apuntaba maneras.

En definitiva, y que no se diga que no soy claro: obviamente, peor que sus cuatro primeras películas, autenticas obras maestras (cada una en su género), pero infinitamente superior a nada de lo posteriormente parido por este antaño cineasta y ahora mecachifle.

Ahora Ridley Scott es su propia gran zona gris.
Jinete nocturno
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