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España España · Madrid
Voto de Pedro:
9
Drama. Comedia Archibaldo de la Cruz ha visto en su infancia morir a su institutriz, alcanzada por una bala perdida, mientras él se escondía en el ropero de su madre. Ya adulto, la muerte de varias mujeres cercanas a él hacen que Archibaldo crea que es un asesino. Su único argumento es que él deseó todas esas muertes y que las mujeres terminaron siendo asesinadas. Interrogado por un juez, Archibaldo desvela su vida y las razones por las que piensa que ... [+]
4 de septiembre de 2008
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un toque tan personal y mordaz le dio Buñuel a la escritura de esta obra, que el autor de la novela de la que se supone se basaba llegó a decir enfadado que había quedado irreconocible. Y es cierto: irreconocible por brillante. Ese ingrediente de intenciones frustradas y fatalidad cómica que caracteriza al personaje de Archibaldo hacen de la película una pieza original muy distinta del texto de Usigli. En mi opinión para bien, pues convierte lo que hubiera podido calificarse como cine negro con no pocos trabajos precedentes en esa misma línea, en peculiar humor negro.

El espectador no puede evitar simpatizar con Archibaldo, a pesar y por causa -aunque resulte extraño a priori- de sus obsesiones, sus malignos deseos, sus ansias de liberarse de la culpa... De este modo, Buñuel logra que todas esas características dramáticas presentes en casi toda su filmografía, que por lo general causan inquietud ante sus personajes atormentados, se transformen aquí en una sonrisa cómplice. Algo en lo que tiene mucho que ver, además del guión, la carismática actuación de Ernesto Alonso y la exteriorización que lleva a cabo de un ser que, cuanto más perverso quiere parecer, más cándido resulta.

La tragedia del film se encontró por triste casualidad fuera de éste, y los medios de comunicación y el público se vieron atraídos por el morbo cuando la actriz Miroslava Stern -quien radiante llena la pantalla de vivaces réplicas al protagonista- se suicidó antes del estreno, haciendo así del mundo real y el argumento ficticio un sarcástico binomio.

Pero en definitiva lo que queda para la posteridad son las imágenes "vivas" de una obra irrepetible donde la reunión del genio del director y el buen hacer del reparto rubrican esta sobresaliente pieza del séptimo arte. Si no lo cree, para comprobarlo pruebe a ver la película junto a su pareja, y cuando finalice mírela sádicamente mientras silba la melodía de la caja de música que celosamente guardaba Archibaldo de la Cruz... La matará... ¡de risa!
Pedro
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