La primera palabra que me viene a la cabeza tras el visionado de esta serie es "sucia", ya que explota sexo y violencia extremo a partes iguales y de una manera realmente brutal... y es eso precisamente lo que la convierte en maravillosa. Sin tapujos ni tabues y sacando lo peor de una sociedad tan "avanzada" como la romana, cuya historia se basa en la vida y miserias de un gladiador, Espartaco, de los pocos con un mínimo de alma y conciencia en ese intrincado elenco de déspotas, miserables y patanes, y que sin embargo acaba convirtiéndose en una auténtica máquina de matar. Sin escrúpulos ni remordimientos. Sin piedad. Sin compasión.

La estética es chillona. Contribuye con creces a incrementar toda esa "suciedad". Sería un recurso fácil hablar de ella como un collage entre "300" y "Gladiator", y es que en cierto modo consigue brillar con luz propia al plasmar unos combates memorables en la arena, destacando digitalmente la sangre en rojo chillón, y recurriendo a la cámara lenta para radiografiar determinados movimientos acrobáticos espadas en mano.

El guión y la historia en sí no destaca, pero tampoco desmerece. Y por extraño que parezca resulta difícil no empatizar con las miserias del tracio en sus indistintas cruzadas por morir y por sobrevivir, según el momento. Destaca sin embargo con luz propia el despiadado Quinto Léntulo Batiatto (John Hannah). Su compromiso con el honor a la vez que su falta de escrúpulos y despiadados planes para escalar en la sociedad sin importar quién se quede en el camino. Un memorable personaje, al igual que el honorable Doctore, que sin duda serán recordados como dos de los grandes atractivos de esta muy recomendable primera entrega de una serie no apta para estómagos sensibles.

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