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Voto de Kyrios:
7
Documental Duro documental que aborda lo sucedido en el Centro de detención y torturas S-21, que se ubicaba en el centro de Phnom Penh, capital de Camboya, de 1975 a 1979. En tiempos anteriores había sido una escuela secundaria, pero en manos de Pol Pot y el Khmer Rouge, fue un lugar de exterminio de miles de víctimas. De 17.000 prisioneros en el lugar, sólo sobrevivieron tres. El documental de Rithy Panh reúne después de 27 años a dos de estas ... [+]
8 de enero de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El régimen de Pol Pot fue uno de los más cruentos de la historia. De una población de siete millones de habitantes que había en la Camboya de mediados de los setenta, en cuatro años (1975-1979) dejaron de existir aproximadamente unos dos millones, un 25 por ciento de la población. Literalmente, como nos enseña el documental S-21 la máquina roja de matar, realizado por Rithy Pahn, desaparecieron engullidos por la tierra. No sabemos ni sus nombres ni tenemos sus cuerpos de la mayoría de ellos. Evidentemente, el gobierno criminal de los jémeres rojos sigue sin pagar cuentas con la justicia.

El genocidio Camboyano es uno de los episodios más tristes de la historia del siglo XX. Quizá el que más, pero el conocimiento que tenemos sobre él acostumbra a ser abandonado muy a la ligera por el mundo occidental, que abandona a las tragedias que no pertenecen a su cultura por no considerarlas de glamour. Esto es así, y aunque suena terrorífico, una historia sobre camboyanos siendo torturados en el S-21 no es tan glamorosa como la de un campo de concentración judío.

Por suerte, Rithy Pahn elabora un magnífico documental para explicarnos de primera mano los terribles hechos que sucedieron en aquellos años. Un documental terrible pero necesario, porque semejante historia no debe ser olvidada. Y es que el propio director del documental sufrió las consecuencias de un régimen que veía el enemigo Vietnamita dentro de sus propias entrañas, y que en pos de esta búsqueda del enemigo interior (que era absolutamente inexistente) cometió auténticas barbaridades. Pahn mismo fue encarcelado dentro de un campo de concentración y su familia al completo murió durante una de las múltiples caminatas que los jémeres rojos obligaban sobre sus rehenes, pese a la desnutrición con la que los mantenían (dentro del documental uno de los torturadores afirma que sólo les daban dos cucharadas de sopa de arroz al día). La clave es el S-21, el centro de detención central de la película, donde sólo ahí murieron 17.000 prisioneros.

El concepto del documental S-21 es tan terrible como simple. Con apenas una cámara, el director de la película decide reunir en una de estas prisiones terroríficas del régimen a víctimas supervivientes (una de ellas, el pintor Vann Nath, que consiguió sobrevivir debido a los retratos que elaboraba a los oficiales) y a los torturadores. Ambas partes del conflicto se reúnen en el mismo lugar de muerte muchos años después.

Lo que se produce pues en pantalla, no se puede pues describir con palabras. De hecho servidor no puede definir nunca el horror que se experimentó en dicho lugar, y debe ser el espectador quien se atreva a ver el documental por sus propios ojos. Es increíble como las víctimas mantienen la más absoluta entereza ante la gente que años antes les marcó de por vida. En sus ojos sólo hay lágrimas (los lloros de una de las víctimas al ver por primera vez de nuevo el S-21 resultan desoladores) pero parece que no hay rencor. Evidentemente es mentira, pues el genocidio Camboyano es una herida que aún sigue sin cicatrizar. Rithy Pahn no aparece nunca en pantalla, simplemente abre el debate, incitando a las víctimas a que hablen con los torturadores.

Muchos de ellos no aceptan su responsabilidad, porque si no cumplían las órdenes que les ordenaban desde los altos cargos ellos también serían ejecutados. ¿Dónde queda entonces la culpa? Dentro de ellos vemos la diversidad. Alguno parece asumir su responsabilidad…¿Pero cómo puede uno interiorizar semejantes atrocidades? Otros niegan sus errores y se consideran a si mismo víctimas. El director Pahn nos enseña una recreación de cómo era la vida en el centro, cuando los torturadores repiten las tareas del día a día, sólo que con rehenes imaginarios. Uno de ellos se toma el papel más en serio que nunca y parece disfrutar azotando al prisionero imaginario.

Sólo con las palabras, con las imágenes de la gente que ha quedado sepultada y olvidada (sólo nos quedan registros y fotografías enterradas bajo el polvo del tiempo) el documental alcanza unos niveles terroríficos, que dejan cualquier película de terror en bragas. El punto culminante del documental es la secuencia en que los torturadores recrean el momento final en que los rehenes eran ejecutados uno a uno. Las fosas ya estaban cavadas para ellos antes de que murieran degollados. Una bala era demasiado cara para ellos.

http://neokunst.wordpress.com/2014/01/08/s-21-la-maquina-roja-de-matar/
Kyrios
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