A pesar de todo es una comedísima hilarante y digestiva que, aún presente cliches, brilla visualmente por su fotografía y montaje y, digamos también, inteligencia.
El Director es honesto desde el principio: en cuatro escenas express tragi-comicas nos hace la "foto" de las respectivas protagonistas y gatilla la acción. No hay tiempo que perder, ni lo amerita. El objetivo es, tras la muerte de su madre, entrar en la yincana de encontrar su paternidad.
Lo anterior le hace un guiño al film La Gran Familia Española, si bien en éste le da el cariz de suspense, lo que en el primero es sorpresa.
La singularidad del filme es, aprovechando unos actorazos del mayor nivel, realizar un montaje superdinámico que nos lleva al final sin darnos cuenta. ¿Cómo? Pasando de primeros planos que transmiten la emocionalidad (y belleza) de los personajes, casi a nivel teatral, a planos más generales llenos de la luz y el glamour que se codean con el gran cine. Los exteriores son tremendamente bellos y coloridos, el mobiliario y los interiores del mayor gusto, el vestuario rococó. Todo es exagerado, parece que nos estamos comiendo una tarta bien dulce, pero no empalaga porque el montaje y las secuencias se mueven en la misma dirección: darnos un placer a los sentidos. Hasta las músicas nos identifican.
En esta comedia no todo es risa, me parecieron conmovedoras las escenas en que hija y padre se encuentran, a pesar de lo grotesco.
Y para finalizar, ¿Quién no querría tener una madre así? Que incluso muerta une a su rebaño descarriado y es capaz de entregarles un mensaje de vida en el último fotograma de su vida.