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España España · Madrid
Voto de Kurtz:
6
Drama. Cine negro Cuando el segundo marido de Mildred Pierce (Joan Crawford) es asesinado, la policía la interroga. La mujer cuenta cómo ha sido su vida desde que se casó por primera vez y cómo se ha sacrificado para proporcionar a su hija (Ann Blyth) todas las oportunidades que ella nunca tuvo. (FILMAFFINITY)
20 de julio de 2014
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me recomienda una amiga esta película y en la descripción de Filmaffinity leo “Género: Drama. Cine negro”. Michael Curtiz, cuyo nombre irá siempre unido a Casablanca también tiene otras joyas como Angels with Dirty Faces (1938) aunque si uno mira su filmografía seguramente se sorprenda de no ver muchos más títulos memorables. A los que visteis e Errol Flynn de pequeños en The Adventures of Robin Hood (1938), un consejo, no la volváis a ver y guardadla para siempre como un bonito recuerdo de infancia. Joan Crawford para mí siempre será Vienna, inolvidable protagonista de Johnny Guitar (1954). Con estos 4 ingredientes me sobra para decidirme a ver esta película y, por supuesto, mis expectativas son altas.

El comienzo es brillante. Cuatro disparos. Un crimen. La escena de Wally Fay en la casa de la playa es puro expresionismo, contrapicados, sombras proyectadas… Esto promete. Pero a medida que se va desarrollando la trama descubro, para mi desgracia, que la película tiene mucho más de melodrama que de cine negro. Desde luego tiene suspense, mujer fatal, flash-back y diálogos muy agudos, pero según se van sucediendo las desgracias, los personajes van perdiendo interés y todo se queda en un dramón difícil de creer. El tiempo hace envejecer mal estas películas porque personajes tan ñoños como la criada negra, que ni siquiera sale entre los actores de reparto en los créditos, destilan un racismo tan rancio como el de Mammy en Gone with the Wind (1939). El mensaje es muy obvio y loable, la dignificación del trabajo y el esfuerzo para salir adelante, pero para mí a esta película sólo la salvan la interpretación de Joan Crawford, que le valió el óscar a la mejor actriz, y la chulería de William Fay… “With me, being smart is like a disease”.

Las motivaciones de los personajes para dirigir sus vidas resultan tan absurdas en su simpleza que ha desenterrado de mi memoria uno de los dramones más insufribles que me tragué de niño: Imitation of Life (Douglas Sirk, 1959) No pongo en duda que los conflictos que retratan estas películas fueran muy reales en su época, de hecho todavía lo son, pero la forma de contarlos y llevarlos al drama hoy en día está completamente obsoleta. Las perlitas que le suelta Veda a su madre porque se avergüenza de que trabaje en un restaurante (¡Incluso cuando es la dueña de la cadena!) hoy no encajarían en el guion del más apasionado de los culebrones venezolanos.
Kurtz
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