Tras consolidarse con su entrañable película ‘Tangerine’ en 2015, el director Sean Baker se traslada de Los Angeles a las afueras de Orlando, cambiando no solo el escenario, sino que pasa de grapar con un smartphone a utilizar la tradicional película de 35 milimetros.

Magic Castle es uno de tantos moteles coloridos y baratos que se encuentran en las inmediaciones de Disney en Orlando, a donde los turistas con menos capacidad de pago acuden a alojarse ante la imposibilidad de cubrir el costo dentro del complejo Disney, pero también sirve de hogar para innumerables familias que no poseen una casa, pagando una cuota semanal.

Entre los huéspedes fijos del lugar está Halley (Bria Vinaite), una muy joven madre sin empleo fijo que vive con su hija de 6 años Moonee (Brooklynn Prince), Moonee pasa su tiempo jugando con otros niños que viven en similares circunstancias, Scooty (Christopher Rivera) y su nueva amiga llamada Jancey (Valeria Cotto) con quienes sale a recorrer los alrededores para conseguir para un helado, molestando a los otros vecinos o buscando diversión en los lugares abandonados cercanos sin la mirada ni cuidado de los padres, pero si ocasionalmente de Bobby (Willem Dafoe), el gerente del Magic Castle.

Contada desde la mirada de los chicos, especialmente de Moonee, la nueva película de Baker pone el foco en esas historias desconocidas de seres que no alcanzaron el sueño americano y buscan sobrevivir día con día aferrándose a un sistema que las ignora.

El gran mérito de Sean Baker, al igual que sucedía en ‘Tangerine’, es la mirada amorosa hacia sus personajes, a los que muestra en sus rutinas, ya sea a Bobby, el gerente, un personaje noble al que Willem Dafoe dota de vida en su diario accionar no solo como el encargado del lugar sino como supervisor de los chiquillos e incluso llegando en un momento a rescatarlos de una situación de peligro, o su mirada respecto a Halley, una madre cariñosa e impulsiva capaz de todo por defender a su hija, a quien Baker no juzga ni justifica.

Así, entre estos personajes marginales sobresale el natural encanto de Brooklynn Prince, quien llena de vida al filme y lo ancla en la inocencia ante la dura realidad a la que deben enfrentarse los adultos, en un relato conmovedor con un recubrimiento excepcional a cargo del gran trabajo en la fotografía del mexicano Alexis Zabé, quien vuelve casi una postal cada plano que conforma una película audaz y fascinante.

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