Querido DiCaprio:
Eres un maldito hijo de puta y te odio. Te odio por ser tan buen actor, con tu cara de niñato aún te odio más, pero a pesar de ese odio visceral que te profeso me gustas, me encantas y me encandilas. A pesar de que te sacudiría fuerte en la cara y en el hígado, creo que eres uno de los mejores actores de la historia del cine. No eres Bogart, ni Cagney, ni Cooper, ni Brando, ni Wayne; pero ¿sabes? eres muy bueno, un maldito actor de primera, camaleónico y creíble, y probablemente dentro de cien años, en las clasificaciones aparecerás como uno de los diez mejores.
He visto casi todas tus películas, y continuamente busco tus fallos, y no los encuentro, quiero atornillarte y criticarte, y sin embargo, me encuentro con creaciones superlativas, que me maravillan.
Esta maldita película es una más, siempre me haces reír, siempre me haces olvidar mis problemas, y siempre me das lecciones magistrales de interpretación. Y por eso, por eso mismo te odio, porque quiero ser como tú, porque como decía John Doe al final de la película Seven: Tal vez mi pecado capital sea la envidia...