Desde luego si tu cine preferido es ese donde en cada escena arden siete coches y se estrellan varios helicópteros, mejor no entres a ver esta película. Aquí pasar, pasar, no pasa nada. Los personajes tardan diez minutos en comer un pastelito a pequeñísimos bocados, y los diálogos son escasos y monosilábicos o casi. Pero, en cambio, si te gustan las películas donde lo importante es la vida interior, donde al espectador se le obligue a poner de su parte, donde uno sale del cine y es entonces cuando empieza a saborear la película; en ese caso, sí te recomiendo entrar a ver "An". Hasta el título tiene corto, y mucho mejor que es convencional que le han puesto en español. Y aprovecho para decir que lo que menos me ha gustado es que la película la proyecten doblada al castellano, porque suena falso y se echa de menos el peculiar sonido y entonación del japonés. La película cuenta poco. Los personajes tienen una vida anterior que condiciona su presente. Son tres personas, de diferente edad y situación vital, las que coinciden en el limitado espacio de una pastelería que es más bien quiosco, bajo las protectoras ramas de un gran cerezo, cuya floración marca el paso del tiempo. La moraleja es que es posible la comunicación entre las personas, que cualquiera de ellas puede enseñarnos algo importante. Se reivindica la importancia de las cosas pequeñas, el amor a la tarea bien hecha, la fe en la vida a pesar del sufrimiento. Todo eso y más. Ideal para practicantes del yoga y la meditación.