A ver si resulta que con la crisis vamos a salir ganando en cuestiones de TV. Como no hay dinero, en lugar de producir series chorras nos meten clásicos en b/n de esos que tienen a cientos por lo cajones, y los cinéfilos encantados. Esta es una de esas películas que funcionan como mecanismos de relojería. Tres historias que se engarzan perfectamente hasta conseguir una narración redonda. El comienzo, con ese picado tan llamativo ya promete; luego viene ese prólogo compuesto por un montaje rápido de llamadas telefónicas que predispone al espectador a seguir el hilo que le conducirá a conocer poco a poco los recovecos del personaje que todos odian. Al estilo de "Ciudadano Kane", varios puntos de vista nos irán proporcionando las luces y las sombras que constituyen la encarnadura del protagonista. En este caso son tres personas dolidas por su mal proceder que, a la vez, sienten admiración por él. Las historias son narradas sucesivamente en primera persona, pero en ningún momento se resiente el ritmo del argumento principal. Los tres personajes son "cautivos del mal", y el mal es el personaje de Jonathan, el productor que es capaz de todo por conseguir sus fines. El es también cautivo de su misma obsesión, lo mismo que el personaje interpretado por Lana Turner. Hay que destacar las escenas de rodaje, que suponen un juego de espejos interesante. Más aún tuvo que serlo en el año del estreno, en que no se había destripado tanto como ahora la cara oculta de lo aparente.