Pues si que hay que preocuparse, Rocky Graziano (Paul Newman). Por que lo que empieza como una obra dramática en el que las penalidades de un niño engendran un joven de lo más díscolo, con el odio (hacia su padre, hacia la sociedad, hacia si mismo) como común denominador, acaba difuminándose con el paso de los minutos. El odio va desapareciendo y entonces nos encontramos con el retrato edulcorado de un boxeador, sus idas y venidas y su carrera como púgil. La historia pierde mucha fuerza y aunque Robert Wise quiera darle algo de dramatismo buscando un conflicto final con el pasado de Rocky, el intento del director no cuela para nada pues las dudas de Graciano resultan muy poco creíbles.

Culpa de que "Marcado por el odio" vaya de más a menos está en lo difícil que resulta plasmar la biografía de un personaje. Aunque aquí se ve reducida a unos pocos años, la película acaba careciendo de unidad de tal modo que al final lo que vemos no deja de ser simplemente "la vida de un tipo", en este caso Rocky Graziano. La clave está en que vamos viendo diversas etapas, desde su juventud hasta llegar al boxeo profesional, sin que las primeras expliquen las siguientes, sin que exista un hilo argumental, hilo que bien podría haber sido, el odio. Desgraciadamente, el director prefirió añadir azúcar a su historia y por eso "Marcado por el odio" nos acaba resultando demasiado dulzona.