Continuo con otro episodio más de ese particular ciclo de cine de mudo, esta vez con el maestro Buster Keaton, con uno de sus primeros mediometrajes, "El moderno Sherlock Holmes". La verdad es que me ha parecido muy notable y sin embargo las tres películas que había visto suyas anteriormente no me han gustado nada. Y ahora me pregunto si es que es problema mío, que me pillaron entonces en un mal día o bien, como pienso, hay algo distinto y mejor en la presente. Quizá una clave de ese éxito resida en que aquí el director es Buster Keaton en exclusiva, es una obra que nace puramente de él, y en las otras son trabajos para estudio compartiendo dirección con otro señor, que a lo mejor le conduce a otras cosas.

El caso es que "El moderno Sherlock Holmes" no llega a los 45 minutos, pasa en un santiamén, es divertidísima y además es un prodigio técnico para la época, 1924. Si es que varias escenas con efectos especiales que no sabes cómo se han podido rodar, en un mundo predigital, sin ordenadores y sin nada más que una cámara. De hecho, Keaton muestra todo un repertorio de arriesgadas cabriolas, no empleaba dobles y en una de ellas estuvo a punto de morir, y trucos del vodevil del que procedía que te dejarán asombrado. Entre medias, una historia que juega con lo cinematográfico de una forma muy curiosa, entre lo onírico, paródico y romántico, y gags continuos y eficaces. Las risas están aseguradas.