Pues sí, la película, que es un thriller de intriga, no está mal a pesar de que no llega a cuajar del todo ese intento de volver a los tiempos del cine negro de los años 40. De nuevo, el protagonista es un detective privado de dudoso pasado, Billy Taggart (Mark Wahlberg), que se verá envuelto en un turbio asunto de corrupción política que girará en torno del alcalde de la ciudad de Nueva York, Nicholas Hostetler (Russell Crowe). Por ahí sale también Catherine Zeta-Jones, que interpreta a la mujer de este último. Desde luego, no es una de Raymond Chandler o Dashiell Hammett, ni tampoco Wahlberg es Humphrey Bogart, pero aún así se deja ver con interés moderado.

Ese intento de volver a los clásicos se traduce por un lado en que se la acuse de estar pasada de moda, lo cual me parece una exageración, como también el recurso a una serie de clichés que van casi en el género. En cambio, lo que sí es más censurable es que el guión es más primitivo. A los primeros compases adivinamos dónde está el "misterio" que se trae entre manos el alcalde y luego somos capaces de adivinar todos los pasos que van a dar los personajes. Pocas sorpresas pero sí mucho aleatoriedad en algún giro de la trama. De todos modos, nos queda un trabajo potable de atractivo reparto, que es ideal para ver durante una campaña o precampaña electoral.