La película de Amenabar discurre con cierta corrección, con una factura cuidada, una gran ambientación, una atmósfera brumosa medio onírica, un caserón victoriano medio gótico y una gran actuación de Nicole Kidman. Tal vez eso sea lo mejor. Luego el director trata de contar una historia que a veces parece de terror, otras de intriga sin que sepamos bien a qué carta quedarnos. Es evidente que juega al despiste y la verdad es que lo consigue. Pero lo que es miedo, o al menos, inquietud no causa apenas, salvo en cierta secuencia concreta (SPOILER). La razón es que nuevamente se apuesta más por el misterio, por dejarte detalles que explican el extraordinario final, que es lo que da sentido a todo lo que has visto.

Lo malo de jugar con el intriga es que mientras tanto te hurtan el meollo de la cuestión hasta el final, que es cuando el misterio de lo que está sucediendo es desvelado. Entonces dices que muy bien, que qué sorpresa o que no me lo esperaba. Pero te has pasado durante todo el visionado pensando “¿qué demonios está pasando en la casa?”, desconfiando de unos y de otros. Por eso “Los otros” te sorprende, pero no te llegue a cautivar por el planteamiento detectivesco que ha seguido. Aunque el hecho de que no te acabe de gustar está también en la propia historia que una vez desvelada no te hace mucha gracia, la verdad.

A parte de una estupenda Nicole Kidman, admito que la niña Anne (Alakina Mann) me tenía cautivado. Vaya presencia, menuda personalidad, temple e inteligencia. Pensaba que si yo tuviera una hija así me pondría contra las cuerdas y hasta me mandaría. A mi me dice que ve un fantasma, que oye voces o lo que pase por la cabeza y yo la creería. Además, a ver quien le ordena algo, pues es capaz de convencerte de lo contrario. Aunque creo que su madre Grace (Nicole Kidman) no la trata muy bien, pues unas veces es muy autoritaria, otras desconfiada y a veces es cortante. No quiere escucharla, ni se fía mucho de ella. Craso error. Yo en cambio le haría caso en casi todo, (¿veis como me mandaría?) pues demuestra una gran madurez. Claro que por muy adulta que parezca a veces se le ve el plumero de que es una niña y por más valiente que pretenda ser, cuando las cosas se ponen feas se asusta y grita como la que más, busando los brazos de su mama, o papá en mi caso.