"El hombre más enfadado de Brooklyn", que es la versión norteamericana de una película israelita de 1997, tiene el grave inconveniente de ser una especie de presagio de muerte que la convierte en un producto involuntariamente macabro. Me explico. En ella Robin Williams interpreta a un tipo que se va a morir por un aneurisma cerebral a los 90 minutos o dentro de unos días. Algo más de dos meses más tarde el actor fallecía suicidado, al parecer impulsado por una grave enfermedad degenerativa, la demencia por cuerpos de Lewy. Por este motivo, por ejemplo, la escena en la que Henry Altmann (Robin Williams) trata de suicidarse resulta escalofriante.

Dicho esto y aunque tratemos de olvidarnos del trágico fin de Williams, es que no es posible tomarse a risa una situación tan desesperada como ésta. Se supone que es una comedia aunque negra pero nunca hace gracia. En realidad, da mal rollo por su temática y su protagonista, es inevitable. En lo demás, se mueve en lo más obvio, histriónico y moralista, con una compañera un tanto desubicada, Mila Kunis con un personaje muy lastimoso. La obra va de indie pero le ha salido republicana de Trump. Por ejemplo, a ver qué significa que si estás en la sanidad pública eres una amargada pero en cuanto te vas a ganar pasta a la privada, accedes a la felicidad.