Se trata de un argumento original porque es llevado al límite. Todos sabemos qué son los "reality shows", pero pensar en hacer uno desde la cuna, con los padres de acuerdo, con todo un presupuesto dedicado durante años a eso, etc. no deja de ser chocante, y bueno, un tanto inverosímil, a día de hoy, pero quién sabe qué nos puede deparar el futuro ficción de las comunicaciones.

Después, elegir a Jim Carrey para el papel es como decir, si queremos alguien con cara de ingenuo y que se meta de verdad en este rol, éste es nuestro actor. La primera parte del film es un tanto previsible, puesto que el guión te va dejando que adivines de qué va todo el asunto. Es en la segunda parte, cuando realmente el protagonista comienza a adivinar "cosas" cuando la acción adquiere un ritmo trepidante con ese sorprendente final, difícil de imaginar.

Y tampoco es cuestión ahora de descubrir a uno de los mejores y más intensos secundarios que dio Hollywood nunca, Ed Harris, realmente magnífico en su doble papel de "showman" y de cerebro gris de toda la operación televisiva (más bien deberíamos decir "comunicativa").

Porque al fin, se trata de una cuestión de cómo dar estímulos nuevos a los espectadores, y lo que en principio parece un "gran engaño" no deja de ser un entretenimiento fútil comparado con las grandes mentiras del mundo real.