La luz que emite el faro que me guía en la oscuridad son las reseñas favorables que cartografían las entrañas de una Obra Cinematográfica o Serie de TV vertidas, siempre acertadamente, por la crítica profesional. Siento absoluta predilección por cualquiera película o serie que apile un mayor cúmulo de alabanzas profesionales. Cierto es que, no hay ninguna garantía de poder encontrar con esas pistas el santo grial, pero al menos si sirve de brújula para mantener el camino y no perderse, ni excusarse, con la opinión de críticas de albornoz descolorido.

El mismo mío criterio, fecundo por la imaginación, sesgado por el gusto y exigido por la predilección, suele guiarme la mayor parte de las veces con atinado acierto. Nadie en esta vida puede salvarse de pisar una monda de plátano que consiga, la causa propaga el efecto, de estamparnos el culo contra el suelo, sin apenas tener el tiempo suficiente, ni la más mínima posibilidad aparente, de poder evitarlo. Cosas de ser humano. Lo que sí es innegable es que el margen de error al abismos del disgusto se reduce cualitativamente a una cantidad ínfima y claramente aceptable, si aquellos que vierten su opinión saben de lo que hablan porque entienden las claves de aquello que ven. Consejo de sabio.

—En la búsqueda de encontrar un nuevo proyecto introspectivo, arduo trabajo que requiere un complejo acto de fe, que me haga poder activar el disfrute de mi intelecto, pude caer en las redes de la incomprensión y hacer caso, nunca omiso, a una necia voz entre muchas. Escritos propagados por un sabelotodo de pacotilla inexpresivo que no es, ni jamas será, un digno ser de luz pero si un puñetero y obtuso iluminado—.

La alta jerarquía crítica que profesionaliza su opinión se ha olvidado de reseñar “El tiempo de la felicidad”. ¡Menuda falta de decoro imperdonable!. O no así lo hace con diligencia, la zapatilla critica de andar por casa, a quien fruto de la ceguera ose hacer caso por esta única y última vez. "A dios pongo por testigo que nunca volveré..." a caer. Ansiosos ojos llenos de legañas encumbran a los altares de un dios etéreo este producto hecho, sin la mayor ambición, para conservar la inapetencia del suscriptor y nunca para obtener el bien final que seria añadir nuevos adeptos que se sumen a la plataforma que lo emite.

“El tiempo de la felicidad” comparado con la mediocridad, o el desacierto y el desatino de otro producto de similares características destaca muy mucho por ser algo que sobresale cómodamente, en dedicación a la causa, en la exposición de los decorados, en atrezo para la credibilidad y en un adusto elenco muy bien adornado.

“El tiempo de la felicidad” comparado con una buena Obra, es un producto sin alma, sin guía y sin personalidad, que desposee y apaga de toda vida el hilo argumental que manifiesta la historia dejado a la vista la misma nada plana, como si de una llanura se tratase, en todos los aspecto que el esfuerzo de observar llegue a destacar.