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Voto de Mageterito:
10
Drama Adaptación de una novela del escritor inglés William Tackeray. Barry Lyndon, un joven irlandés ambicioso y sin escrúpulos, se ve obligado a emigrar a causa de un duelo. Lleva a partir de entonces una vida errante y llena de aventuras. Sin embargo, su sueño es alcanzar una elevada posición social. Y lo hace realidad al contraer un provechoso matrimonio, gracias al cual entra a formar parte de la nobleza inglesa del siglo XVIII. (FILMAFFINITY) [+]
19 de agosto de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque esta obra de arte ha de degustarse tranquilamente. Desde el primer momento no hay duda de dónde estamos, la acción, la música, la fotografía y todos los artificios técnicos no tienen otro fin que hipnotizarnos para que el ritmo de nuestro corazón se acompase con la narración. Como el buen vino, primero entra en contacto con nosotros a través de los sentidos y sin darnos cuenta, penetra en nuestro interior, de forma natural, sin prisas, transportándonos a otro plano de conciencia. Su duración es, por ello, la que tiene que tener, es decir, da igual que dure diez minutos o veinte horas, porque en el momento que la empiezas a ver forma parte de ti .
No nos equivoquemos, no es una mera demostración efectista y superficial de aplicación de conocimientos técnicos y de erudición, es puro sentimiento expresado a través de un compendio de bellas artes, realizado de forma valiente e innovadora y, sobre todo, con la sensibilidad de alguien que conoce la vida y la importancia del detalle en el devenir de los acontecimientos. Porque es una historia - y hablo de la historia - en la que se describe de forma magistral cómo puede cambiar la vida por un sólo gesto, una palabra, un acto o un pensamiento. La concatenación de momentos de quietud, evocación, sosiego, romanticismo y contemplación con instantes de furia, coraje, rebeldía y tragedia te mantienen pegado a la pantalla, noqueado por el manejo de una banda sonora acorde con el ritmo de la narración y una utilización de la luz que te transporta al lugar de la acción, no como un espectador sino, como un protagonista. Ahí radica la maestría de Kubrick.
La interpretación de Ryan O´Neal es fiel reflejo del estado del personaje en cada etapa de su vida. Mediante sutiles matices en su gesto podemos observar cómo evoluciona y refleja su estado interior. A veces se le tacha de inexpresivo, pero no hay que olvidar dónde y cuándo se desarrolla la acción y que, precisamente, exprimiendo el personaje, encontramos una tormenta interna manejada a veces con fina ironía y con la característica flema británica. Es ese juego contradictorio el que dota al personaje de un atractivo singular.
En el caso de Marisa Berenson sin apenas pronunciar palabra, no deja de mandar mensajes al espectador de forma subliminal, sumiéndonos en un estado de tensión contenida nos atrae de forma irremediable, ayudado además por una belleza onírica, casi de otro mundo, consigue que viajemos al pasado, un pasado condenado a desaparecer.
El resto del reparto no se queda atrás, es más, potencia el valor del conjunto con una caracterización cercana a un fotografía histórica.
La voz en off, independientemente de contarte lo que va a suceder, crea la expectativa de cómo va a suceder, mantiene alerta tus sentidos para captar lo que ha de venir, creando en ti un punto de vista auperior sobre el personaje principal que, aparentemente, parece un barco manejado por la marea de los acontecimientos.
Absolutamente maravillosa...
Mageterito
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